La advertencia de los expertos ante las peleas de jóvenes en la calle: «Tenemos un problema grave»
La Voz de Galicia.- Terminó la noche en el hospital con un camino de grapas intentando unir los dos desgarros que adornaban su cabeza. La víctima era un menor que se encontraba de madrugada con un grupo de amigos en el casco histórico de Ourense. Uno de los integrantes de la pandilla se dirigió a un hombre y este regresó acompañado por otras diez personas. En la trifulca, botellas y un puño americano. La escena tenía lugar hace apenas una semana, pero lo cierto es que desde hace unos meses las peleas y palizas en las calles no dejan de repetirse. Los protagonistas son jóvenes, muchos de ellos menores de edad, que arrancan sin motivos una batalla campal o una agresión en grupo. La más trágica, la brutal paliza que acababa en julio con la vida de Samuel Luiz en las calles de A Coruña.
TENDENCIA AL ALZA
¿Cuestión de delincuencia? Los datos del Ministerio del Interior hasta el primer trimestre del 2021 dicen que las riñas y peleas no dejan de crecer, a pesar de que las restricciones obligadas por la pandemia han mantenido a la población muchas más horas en sus domicilios. «Hay un incremento sostenido y significativo de la violencia juvenil en los últimos cinco años. Y eso es un dato objetivo», dice Antonio Rial Boubeta. Doctor en Psicología Social y profesor de la USC, lleva décadas estudiando el comportamiento de los jóvenes. «Más allá de hechos lamentables, como el caso de Samuel, tenemos datos suficientes como para empezar a preocuparnos. Esto no es un tema menor. Tenemos un problema grave», dice vinculando este fenómeno con otro en paralelo: el aumento sostenido de las tasas de acoso escolar y ciberacoso entre la población infantojuvenil.
LOS MOTIVOS
Situación sin precedentes. Los expertos señalan que la pandemia le ha dado alas a una tendencia creciente: individuos poco resistentes a la frustración. «El umbral es mínimo. La capacidad de gestionar las emociones y de expresar una diferencia sin recurrir a conductas violentas es raro. Para los chavales no puede ser todo como ellos quieran. En una situación de pandemia, donde hay unas dificultades extraordinarias, emocionalmente hay un peaje. Y es lógico que eso tenga un efecto rebote y mayor potencia», explica Rial Boubeta.
Ricardo Fandiño, psicólogo clínico y miembro de la junta directiva de la sección de jurídica del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, cree que la pandemia ha llevado al extremo una realidad que para los jóvenes ya «no era una balsa de aceite». «Se ha cuestionado algo que para ellos es central: el contacto social. Han pasado por el aislamiento, por refugiarse en sus habitaciones y en sus móviles o por la transgresión. Esta transgresión tendría más que ver con problemáticas de delincuencia juvenil o, como en estos casos, con la violencia», asegura.
LA ENSEÑANZA
Cómo aprenden. En el origen de estas conductas, de un tipo de relación que acaba a golpes, buena parte de la responsabilidad reside en las familias. «Las generaciones anteriores teníamos interiorizada una norma, un principio de autoridad. Entre comillas, nos habían enseñado a jorobarnos un poquito. Ahora no. Eso tiene que ver con los estilos parentales, con las nuevas generaciones de madres y padres. Estamos educando de manera permisiva y proteccionista y eso, al final, es contraproducente. Provoca unas dificultades de convivencia extraordinarias. Dificultades emocionales tremendas. Hay dos estilos especialmente nocivos: el permisivo, caracterizado por muy pocas obligaciones y normas y mucho afecto, y el negligente, donde no hay normas ni nada. Reina el caos», explica Antonio Rial Boubeta.
Fandiño apunta a factores familiares e individuales que fomentan la violencia. «No les va a pasar a todos los jóvenes, pero hay algunos que son proclives a estas conductas: aquellos que tienen falta de empatía, baja sensibilidad emocional y que buscan sensaciones. También juega un factor fundamental el consumo de alcohol y drogas. Debutan a edades muy tempranas y las sustancias suelen ser un elemento omnipresente en este tipo de conductas».
LOS REFERENTES
¿Falta autoridad? Los expertos consultados apuntan a una clara «caída de los referentes de autoridad» y a una sociedad en la que «predomina mucho la desesperanza». «Hay un incremento del odio al diferente porque vivimos en una sociedad más diversa en la que se pone la debilidad y la fragilidad en el otro», añade Fandiño. Rial Boubeta cree que la actual sociedad convive de forma normalizada con la agresividad. «A eso hay que añadirle la sensación de impunidad. La educación apuesta por el rendimiento académico, no por educar personas. Además, no hay barrera entre el mundo digital y el analógico. El mundo es el mismo en las redes que fuera de ellas y súmale a eso la viralidad y el apoyo del grupo: conductas impensables a nivel individual, tienen refuerzo y difusión. La responsabilidad se diluye en el grupo. Y eso es potenciador».
LAS CONSULTAS
¿Qué dicen ellos? La pandemia ha llevado a más personas en edad temprana a la consulta de los psicólogos. «Los chavales piden ayuda porque están desbordados. Hay bastante sintomatología ansiosa». Esto es lo que ve con frecuencia Roberto Antón, psicólogo y autor del libro Adolescentes 2.0, que rompe una lanza en favor de los chavales. «A casos como el de Samuel y a estas peleas no se les pueden restar gravedad, pero yo no constato en ellos una mayor violencia. Sí que noto esa ansiedad, mayor tensión e irascibilidad». Este profesional cree que los jóvenes sufren con la pandemia un especial desgaste y apunta al cambio en el ocio, la pérdida de actividades deportivas y culturales como un factor muy relevante. «Todo acaba generando para ellos una situación de tensión que puede estar detrás de lo que pasa. También están las redes sociales. Tienen cosas muy buenas, pero son potenciadores de ansiedades o, en ocasiones, de este tipo de conductas: una discusión que empieza en la Red, la cosa se hace más grande y lleva a que haya algún tipo de enfrentamiento o problema entre los chavales». Y es que parece que el cara a cara ya no acobarda. La brecha entre lo físico y lo digital para ellos no existe. «En la pandemia han podido sobrevivir al mantener contacto con su gente o divertirse, pero se detectan cuestiones que no son positivas. Tienen la necesidad de los likes, de ser populares. Incluso la necesidad de mostrar que están siempre alegres y pasándolo bien. Me dicen constantemente eso de que hay mucho postureo en las redes».