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La desesperada búsqueda de los alumnos que se han quedado desconectados del sistema educativo

El País.- El día que cerraron las escuelas el 10% del alumnado perdió el contacto con sus profesores. En algunas comunidades autónomas la policía les lleva las tareas en papel

Para la mayoría de alumnos seguir el curso por Internet está siendo difícil; para un sector está resultando un infierno, y hay un tercer grupo que el mismo día del cierre escolar, hace cuatro semanas, desaparecieron del radar académico y los centros no han vuelto a saber nada de ellos. Estos son los que le quitan el sueño a Antonio Solano, director del instituto Bovalar de Castellón. “Uno de los que más me preocupa es un chico que tengo en clase, que iba trabajando bien y al que por mucho que hemos estado llamando, nada. Y pienso: pero ¿dónde estará, qué estará haciendo? Quiero creer que está bien, pero la angustia no me la quito”.

Solano es uno de los muchos profesores que, sin importarles que sean o no vacaciones, están buscando “como locos” a los alumnos que han quedado desconectados del sistema educativo, parte de los cuales cursan enseñanzas obligatorias. Nadie puede precisar su número, porque las autonomías todavía están elaborando censos con la información que les van remitiendo los centros. Una vez localizados, algunos territorios, como Navarra y el País Vasco, están recurriendo a policías y voluntarios para entregar las tareas casa por casa en papel. Madres, como Noelia Güelfo, cuyo hijo estudia en San Roque (Cádiz), están haciendo llegar los ejercicios a través de WhatsApp a familias que no tienen otra conexión que el móvil. Y casi todas las comunidades han iniciado el reparto de ordenadores y tabletas en cantidades variables -entre un millar y 14.000, según la autonomía-, pero insuficientes.

El Ministerio de Educación estima que un 10% de los 8,2 millones de alumnos de enseñanzas generales no puede seguir las clases por Internet. La estadística es, sin embargo, muy aproximada, basada en la encuesta sobre tecnología doméstica del INE. Cataluña y la Comunidad Valenciana consideran que el porcentaje ronda probablemente el 15%. Y los sondeos que han hecho las asociaciones de madres y padres de Granada, Jaén y Sevilla lo elevan al 20%.

El problema, dice Leticia Vázquez, presidenta de la conferencia de asociaciones de padres de Andalucía, no es solo tecnológico: “Muchas casas no tienen bastantes ordenadores para teletrabajar y estudiar, ni todas las familias tienen el tiempo y los conocimientos necesarios para ayudar a sus hijos». Miguel Soler, secretario autonómico de Educación valenciano, cree que al menos un tercio del alumnado no está en condiciones de seguir bien el curso.

Capturas de pantalla

Llamando por teléfono a distintas horas del día y haciendo correr la voz entre los compañeros de clase, el instituto de Antonio Solano ha encontrado a 50 estudiantes que inicialmente no respondieron a los correos electrónicos. Entre ellos figuran los dos hijos de Paula Mosquera. En su pequeña vivienda de Castellón no hay ordenadores ni conexión a Internet. Pero en la casa donde Mosquera ha encontrado trabajo cuidando a un anciano sí hay wifi. “Lo uso para entrar en las páginas que dicen los profesores, hago capturas de pantalla de las tareas y se las mando a los niños. Les he recargado el móvil como he podido con cinco euros a cada uno para que puedan recibirlas. Lo que pasa es que algunos deberes tendrían que hacerlos directamente en las páginas y también hay aplicaciones que no entiendo, así que el 50% de las tareas están sin hacer”, cuenta. La mujer está a la espera de recibir una de las 14.000 tabletas con acceso a Internet que la Generalitat valenciana está distribuyendo en los centros con índices socioeconómicos bajos.

También aguardan un dispositivo los dos hijos de Lucía Giménez, alumnos del mismo instituto de Castellón. “Yo no puedo permitirme comprarles un ordenador. Lo justo que cobramos es para pagar la casa, para los gastos y para comer”, se lamenta Giménez. A ella la despidieron de una empresa de limpieza al inicio de la crisis sanitaria, y su marido cobra una pequeña pensión de invalidez.

La epidemia de coronavirus ha arrollado especialmente al sistema público, que acoge de forma desproporcionada al alumnado más desfavorecido. Estos, admiten los responsables educativos, sufren doblemente el cierre escolar: disponen de menos tecnología para seguir conectados a sus profesores y su entorno sociocultural no compensa la pérdida de aprendizaje que implica no ir a clase. «Llevo 24 años en la enseñanza pública y las últimas tres semanas son las peores de mi vida. En las que me sentí más impotente, desprotegida y sin posibilidad de alcanzar una cierta normalidad con mi alumnado», afirma Mercedes Queixas, profesora de gallego en A Coruña, que no ha logrado conectar con el 40% de sus alumnos de primero de la ESO.

“Este año habíamos empezado a conectar a los responsables TIC de los centros», asegura Amanda Fernández, directora general de Innovación Educativa en Baleares, “pero de un día para otro pasamos de la actividad presencial para la que está diseñada la escuela pública a un modelo a distancia. Tenemos que dar una respuesta, pero es muy complicado”.

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