La desigualdad de género ya existía en la ciencia: ¿la pandemia empeorará la situación?
Neutral.- Una reciente publicación constata la existencia del techo de cristal en el ámbito científico y de que la brecha de género es causada, en parte, por la falta de conciliación. También hay evidencia de que la pandemia podría haber aumentado las desigualdades entre hombres y mujeres de la academia
“No había conciliación antes de la pandemia y no la ha habido durante la pandemia”, decía la periodista María Llapart en Al Rojo Vivo (laSexta) esta semana después de que el bebé de Clara Prats, investigadora de Biología Computacional de la Universidad Politècnica de Catalunya (UPC), interrumpiese a la científica en directo. “El día que queráis hablamos de ello largo y tendido”, respondía Prats.
La anécdota, en realidad, no es tal, sino la constatación del conflicto entre el trabajo y la vida, presente también en el ámbito científico. Precisamente hace unas semanas se publicaba en Gaceta Sanitaria, la revista científica de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), una revisión de toda la evidencia científica sobre el techo de cristal y la desigualdad de género en el ámbito de la investigación académica, especialmente en el área de ciencias biomédicas.
“La brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, estas todavía se encuentran insuficientemente representadas en estos campos”, señala Naciones Unidas (ONU). Según datos de la UNESCO —recogidos en este informe—, solo el 28% del personal investigador en todo el mundo corresponde a mujeres.
El reciente estudio publicado en Gaceta Sanitaria, que partió de 2.254 investigaciones científicas publicadas y acabó incluyendo 23, señala que “las mujeres han aumentado su participación en estudios universitarios, investigación y puestos académicos en los últimos 50 años, pero están sobrerrepresentadas en puestos de menor estabilidad, prestigio y sueldo”: “Por ejemplo, en España, la participación femenina en el profesorado de educación universitaria del curso 2015-2016 fue del 44,3% de los contratos, el 40% de los puestos titulares y solo el 21% de las cátedras”, añade.
Hay dos fenómenos que concurren. Primero, el conocido como “techo de cristal”, según el cual, las mujeres irían escalando posiciones hasta encontrarse con un techo o barrera invisible (de cristal) que impediría su progreso hasta posiciones en la cúspide.
Por otro lado, se produciría también el de “leaky pipeline” o “la tubería que gotea” que explica por qué las mujeres desaparecen poco a poco de las carreras científicas a las que, en un principio, sí acceden. “Según vas ascendiendo a las posiciones de poder, la representación de las mujeres disminuye porque hay todo un sistema de obstáculos que hace que las mujeres se harten de la situación o de la hostilidad y abandonen la política”, apuntaba a Newtral.es Sílvia Claveria.
Sesgos de género y dificultad para conciliar
Los principales mecanismos que operan como obstáculos en las carreras científicas de las mujeres serían, según la investigación publicada en Gaceta Sanitaria, los sesgos de género en la evaluación de la investigación, desigualdades en la contratación, falta de colaboración y de capital social, así como dificultades para la conciliación de la vida familiar y laboral.
Por ejemplo, apunta la revisión científica, “las solicitudes de mujeres reciben menos financiación, por lo que ‘se pierden’ mujeres durante el procedimiento de revisión de subvenciones”. También hay evidencia de que “las mujeres tienden a encontrar más obstáculos que los hombres para la contratación y la promoción debido a estereotipos de género (ideas preconcebidas que asocian la ciencia a los hombres, o prejuicios hacia las aptitudes de las mujeres)”.
Por otro lado, si a la hora de promocionar a alguien o de reclutar candidatos esto se hace activando redes informales —y no usando criterios objetivos—, las mujeres estarían en desventaja, ya que una mayor colaboración o un mayor capital social se da entre hombres.
Carla Segovia Saiz, trabajadora social, investigadora especializada en desigualdades de género y autora principal de la revisión científica sobre techo de cristal en la ciencia, explica a Newtral.es que “a menudo se hace hincapié en la idea de que más mujeres tienen que incorporarse al ámbito científico, y esto es cierto”: “Nuestra revisión pone de manifiesto que hay elementos que favorecen la promoción de las mujeres académicas en ciencias biomédicas. Sin embargo, no hay que olvidar que ya hay mujeres en la ciencia: en psicología, en enfermería, en sociología… El problema es que parece que las carreras científicas son solo las STEM”.
En este sentido, Segovia Saiz apunta que “esto podría deberse al hecho de que son áreas que, en principio, tienen una gran influencia en la estructura económica de un país”. “También es cierto que tener más peso en la economía podría deberse a que históricamente han sido áreas masculinizadas y, por tanto, mejor consideradas”, añade.
Menos pre-prints de mujeres
La revista científica Nature publicó el pasado mayo un artículo titulado ¿Las mujeres están publicando menos durante la pandemia? Esto es lo que dicen los datos, que apunta que la evidencia científica sugiere que en el ámbito académico, ellos “son más proclives a tener una pareja que no trabaja fuera de casa”; sin embargo, cuando las académicas son ellas, la tendencia a tener una pareja que también se dedica a la investigación es mayor. “Incluso en aquellos hogares donde ambos son académicos, la evidencia muestra que son las mujeres quienes realizan más tareas del hogar que los hombres”.
Uno de los datos que cita el artículo de Nature corresponde a una monitorización de la producción académica durante la pandemia del COVID-19 realizada por un grupo de investigadores del Centro Interuniversitario de Investigación sobre Ciencia y Tecnología (CIRST), para el cual han analizado el género de los autores y autoras de los pre-print (o artículos científicos previos a su publicación) presentados en 11 repositorios de tres plataformas.
En conclusión, en abril y mayo de 2020, los artículos científicos presentados con una mujer como primera autora descendieron (el porcentaje, mayor o menor, depende de la plataforma) tanto en comparación con los dos meses anteriores como con los mismos meses del año anterior.
En su nota metodológica, los autores de esta monitorización señalan que al trasladarse la producción científica al hogar (con el confinamiento), donde la distribución del trabajo doméstico es desigual, “las mujeres académicas podrían haber enfrentado una intensificación de las responsabilidades domésticas y, en consecuencia, una reducción en la producción científica”.
Conciliar e investigar
También en Nature, la demógrafa Alessandra Minello, de la Universidad de Florencia (UNIFI), publicaba un artículo donde señalaba que “el trabajo académico, en el que el avance profesional se basa en el número y en la calidad de las publicaciones científicas de una persona, es básicamente incompatible con la atención a los niños”.
En conversación con Newtral.es, Minello apunta que “ya hay cierta evidencia (por ejemplo, aquí y aquí) de que las mujeres, más que los hombres, han ayudado a los niños con sus tareas escolares durante el confinamiento”: “En general, en las familias donde ambos tienen un empleo remunerado, la evidencia de que los cuidados consumen mucho tiempo se ha hecho más evidente incluso durante la pandemia”.
Sobre la brecha de género en el ámbito académico, esta demógrafa señala que “ya se está confirmando que las mujeres se están quedando atrás”: “Están publicando menos que los hombres durante la pandemia, a pesar de que no han dejado de trabajar. La prioridad ha sido la de cuidar y no tanto la de investigar. Me ha pasado a mí y a muchas madres académicas que conozco. La pandemia ha exacerbado las diferencias entre madres y padres, aunque también entre académicos con hijos y académicos sin hijos”.