La «Europa sin fronteras», un pilar que tiembla con el Covid-19

ABC.- Catorce de los 25 países Schengen han notificado a la Comisión Europea cierres y muchos otros imponen controles

Europa relaja ya las restricciones, pero ningún gobierno se plantea, siquiera, normalizar sus fronteras. Milos Zeman, presidente de la República Checa, con unos 6.700 infectados y 186 fallecidos, adelantó incluso que las fronteras «deberían permanecer un año cerradas». «Yo paso cada año mis vacaciones en la montaña checa, en la región de Vysocina, y les aseguro que las vistas son espectaculares», dijo restando importancia a la prohibición de viajar al extranjero.

Esta pérdida de libertad de movimiento para los ciudadanos europeos, con los consiguientes perjuicios evidentes para el sector turístico español, está sin embargo prevista en el Código de Fronteras Schengen. Lo que fue el Tratado Schengen, incorporado en 1997 como Reglamento al Derecho Derivado de la Unión Europea, prevé situaciones excepcionales de seguridad en las que un gobierno puede suspender temporalmente la libre circulación, previa notificación a la Comisión Europea, que es quien debe valorar si la medida es proporcionada y, en su caso, denunciar ante el Tribunal Europeo de Justicia.

 «La libre circulación es una bien reconocido por la UE, pero no un bien absoluto. La vida humana, en cambio, sí es un bien absoluto», justifica Araceli Mangas, catedrática de derecho internacional y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Mangas justifica los cierres fronterizos basándose en el artículo 4 del Tratado de la UE, que establece que la seguridad es competencia exclusiva de cada país. Critica incluso que España permitiese entre el 20 de febrero y el 14 de marzo la llegada de hasta 200 vuelos diarios procedentes de Italia. Pero la actitud en el otro extremo de algunos gobiernos, como el polaco o el checo, ha despertado susceptibilidades.

Preocupación

Ulrike Guérot, profesora de política europea y democracia en la Universidad de Krems, exige que las fronteras permanezcan abiertas incluso en tiempos de crisis. «Lo que estoy tratando de decir es que, aunque sea razonable, es un riesgo. Podría bastar con sellar los focos de infección como Ischgl, Madrid o Bergamo, sin sentar precedentes que suponen poner de rodillas el derecho europeo», dice, «preocupa que la crisis se esté utilizando como pretexto para volver a nacionalizar de facto».

El espacio Schengen, uno de los buques insignia del proyecto europeo y que celebra ahora sus bodas de plata, ha quedado suspendido de hecho. 14 países de los 26 que conforman Schengen han notificado a la Comisión Europea cierres y muchos otros imponen controles.

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