La hija de Lucrecia: «Siento dolor por el asesinato de mi madre pero no odio a España»
Sucedió hace 25 años, un 13 de noviembre. Lucrecia Pérez, una mujer dominicana que aterrizó en nuestro país en busca de trabajo, fue asesinada por un miembro de la Guardia Civil, acompañado por otros tres individuos menores en una de las calles de Aravaca. Ella se encontraba durmiendo en una discoteca abandonada cuando estos individuos, sabiendo que allí se encontraban algunos inmigrantes, se colaron y la asesinaron a sus 32 años. En la actualidad hay un monolito que homenajea a Lucrecia.
Su hija, Kenia Carvajal tenía seis años cuando sucedió el crimen. A pesar de no acordarse demasiado, sabe cómo fue el momento en el que le dieron la mala noticia a su padre. «El pueblo se vino abajo», recordaba. Fue cuando creció cuando logró entender por qué le quitaron la vida a su madre y hoy en día aún se siente tiene mucho dolor en su interior. Ella lleva cinco años viviendo en España y el asesinato de su madre no le frenó para instalarse en nuestro país. «Me siento bien acogida por España. No me han discriminado», reconocía.
A pesar de los grandes episodios racistas que han protagonizado la Historia, nuestra sociedad se enfrenta en la actualidad a una oleada de odio que se contagia por nuevas vías. El presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, ha valorado el panorama xenófobo que está presente y crece cada día. «Creía con mucha ingenuidad que con un esfuerzo de sensibilización y educación las cosas cambiarían», sostenía. Sin embargo, tras 25 años de aquel terrible suceso, algunos no dan crédito al aumento de la discriminación. «Es racismo, xenofobia, homofobia, misoginia, machismo…», ejemplificaba calificándo esta tendencia como la mundialización de la intolerancia.
Ahora son las redes sociales las que permiten un nuevo canal para fomentar posturas radicales e intolerantes. «Es un problema de educación. Hay que educar y enseñar a interiorizar el artículo 1 de la Declaración de los Derechos Humanos», explicaba.
Kenia tiene ahora una hija de cuatro años y tiene muy claro lo que le enseñará a ella y lo que debería enseñarse en las escuelas y en las casas: «Por el hecho de que seamos de otro color no significa que seamos lo peor del mundo», «venimos a luchar por un futuro mejor», recalcaba añadiendo que tienen el derecho a una vida digna. Tras sus cinco años de estancia en España asegura que no tiene miedo: «Me hicieron daño cuatro personas, no el país entero».