Fuente: Público
Fecha: 18/017/2017
El éxito del primer estadounidense que orbitó la Tierra, y de la llegada de Neil Armstrong y sus compañeros a la Luna fueron posible gracias a los cálculos de Katherine Johnson, Dorothy Vaughan, Mary Jackson, tres afroamericanas que trabajan como matemáticas en la NASA en los años de segregación legalizada y la discriminación racial de EEUU.
MADRID.- ¿Por qué nunca hemos oído hablar de las mujeres negras que trabajaron como matemáticas en la NASA? Esta es la pregunta que se harán muchos de los espectadores de la película Figuras Ocultas, que se estrena este 20 de enero en España. También es la cuestión que más veces han planteado a Margot Lee Shetterly, la autora del libro en el que se basa la cinta.
“Un equipo de matemáticas conocidas como las ‘computadoras humanas’ calcularon, con lápices, reglas y sencillas calculadoras, las complicadas ecuaciones que permitieron lanzar los cohetes y a sus astronautas al espacio –explica la escritora en su libro–; y entre ellas figuraba un pequeño y excepcional grupo de mujeres afroamericanas especialmente talentosas que formaron parte de las mentes más brillantes de su generación”.
La película se centra en tres de esas mujeres excepcionales: Katherine Johnson (interpretada por Taraji P. Henson), Dorothy Vaughan (la oscarizada Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monáe), que a comienzos de los años 60 ayudaron a la NASA a poner en órbita al astronauta John Glenn desde su centro de trabajo: el laboratorio aeronáutico de Langley, en Hampton (Virginia).
Las actrices Janelle Monáe, Taraji P. Henson y Octavia Spencer dan vida a las matemáticas Mary Jackson, Katherine Johnson y Dorothy Vaughan en la película Figuras Ocultas. / Twentieth Century Fox
“Después de ser relegadas a enseñar matemáticas en colegios públicos solo para negros, en ese laboratorio encontraron trabajos adecuados a su genio, aunque al principio también se vieron segregadas del resto de mujeres ya que las leyes de Virginia así lo establecían”, recuerda Shetterly. “Pero incluso así, este equipo ayudó de forma sobresaliente a que los EE UU ganaran a la URSS la carrera espacial durante la Guerra Fría”.
De las tres protagonistas la única que sobrevive, con sus casi 100 años, es Katherine Coleman G. Johnson (White Sulphur Springs-Virginia Occidental, 1918). Según la autora de Figuras Ocultas, «es la más reconocida de todas las computistas de la NASA, negras o blancas». En 2015 recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del presidente Obama en reconocimiento a su trabajo.
Tras ser profesora y licenciarse en la Universidad de Virginia Occidental, Katherine Johnson se enteró de que el National Advisory Committee for Aeronautics (NACA, que luego se convertiría en la NASA) buscaba mujeres afroamericanas para el Departamento de Guía y Navegación y se presentó sin dudarlo. En 1953 consiguió el puesto.
Al principio entró en el equipo de las computadoras humanas del ala oeste, West Area Computers, supervisada por la también matemática Dorothy Vaughan –otra de las protagonistas de la película–, y luego pasó a la División de Investigación de Vuelo de Langley. Allí calculó en 1959 la trayectoria del vuelo espacial de Alan Shepard, el primer estadounidense que viajó al espacio, y en 1961 la ventana de lanzamiento del Proyecto Mercury, el primer programa espacial tripulado de los EE UU.
Al año siguiente, cuando la NASA comenzó a utilizar computadoras electrónicas para calcular la órbita alrededor de la Tierra del astronauta John Glenn –recientemente fallecido–, la llamaron para verificar los resultados de la propia máquina, como se muestra en la película. De hecho, la exactitud de sus cálculos sirvió para aumentar la confianza en las nuevas tecnologías de computación.
Pero su mayor contribución al programa espacial –según ha reconocido ella misma– fue su trabajo en la misión Apolo 11, la primera que logró llevar a un hombre a la Luna. En este proyecto calculó el momento preciso en el que la sonda debía abandonar la superficie lunar para coincidir y engancharse al módulo de servicio.
Además, sus ecuaciones y números se aplicaron durante la crisis del Apolo 13 en 1971, cuando una explosión en la nave imposibilitó que sus tripulantes pudieran manejar el ordenador de a bordo. Una vez que la misión fue abortada, sus propuestas para los procedimientos y cartas de navegación ayudaron, junto a la pericia y la preparación de los astronautas, para que pudieran regresar sanos y salvos a la Tierra.
Por su parte, Dorothy Vaughan (Kansas City, 1910 – Hampton, 2008), tras su etapa docente entró también en la NACA en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, una época en la que la industria aeronáutica estadounidense necesitaba mano de obra y personal especializado.
Vaughan es asignada a la sección West Area Computers, un grupo de trabajo compuesto exclusivamente por matemáticas afroamericanas que acabaría dirigiendo. En 1949 se convierte en la primera mujer negra que consigue promocionarse como jefa de personal en la NACA.
En su cargo de supervisora y directora de las West Area Computers siempre se preocupó por la situación de las empleadas y defendió sus derechos laborales. En una entrevista de 1994, Vaughan comento: «Cambié lo que podía, y lo que no pude, lo sobrellevé». Su trabajo en Langley durante la carrera espacial la hacía sentir «en la vanguardia de algo muy emocionante».
Vaughan continuó en el mismo centro después de que la NACA se convirtiera en la NASA –donde se jubiló en 1971–, especializándose en computación y FORTRAN, un lenguaje de programación de alto nivel especialmente adaptado al cálculo numérico y a la computación científica.
También contribuyó al proyecto Solid Controlled Orbital Utility Test system (SCOUT), una familia de vehículos de lanzamiento diseñados para colocar satélites pequeños en órbita alrededor de la Tierra.
Su capacidad de aprendizaje y adaptación a los cambios quedan patentes en la película, sobre todo con la llegada de las primeras máquinas computadoras de IBM 7090. Al principio se convirtieron en una amenaza para las computadoras humanas, pero acabaron siendo sus aliadas.
Presentación de ‘Figuras Ocultas’ en España
“Desde aquella época, la innovación en IBM va unida a la diversidad, sea de género, cultura o cualquier punto de vista”, señaló Carmen García, directora de Cognitive Engagement de esta compañía durante el pase previo de la película que la Fox ofreció el mes pasado en la Cineteca de Madrid.
García subrayó la importancia del aprendizaje constante: “Con herramientas como internet, hoy quien no se forma es porque no quiere. La clave está en nosotros mismos. Hay que reinventarse, al igual que hizo Vaughan en su día”.
Durante la presentación de Figuras Ocultas en Madrid, la periodista Paloma Gómez Borrego –la primera corresponsal en el extranjero de la televisión española–, junto a Bisila Bokoko, uno de los pocos ejemplos de mujer, negra y empresaria española, destacaron la importancia de ser “pioneras” y abrir camino a otras mujeres en algún campo, como lo hicieron las matemáticas afroamericanas de la NASA hace más de 50 años.
Sin embargo, a pesar de los avances, todavía queda mucho camino por recorrer en las diferencias de género, como se encargó de recordar Pilar López Sancho, presidenta de la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC: “Desde hace una década el 60% de los títulos de grado que ofrecen las universidades públicas europeas lo reciben mujeres, con mejores expedientes que los hombres, pero solo hay un 20% de catedráticas”.
“Otros ejemplos son la escasa presencia de la mujer en los Premios Nobel o, en nuestro país, en los Premios Nacionales de Investigación –añadió–. Es verdad que hoy podemos ir a la universidad y acceder a la carrera científica, pero las mujeres se agolpan en las categorías más bajas”.
López Sancho señala que esta situación hay que cambiarla entre todos, con modelos que demuestren a las niñas que valen para la ciencia, la informática o cualquier campo; y denuncia: “Todavía hay familias que no quieren que sus hijas estudien algo que consideran inapropiado para la mujer, como una ingeniería”.
Esto es lo que le ocurrió a la tercera protagonista de la película: Mary W. Jackson (Hampton, Virginia 1921-2005), otra de las matemáticas afroamericanas que pasó casi toda su vida en Langley, donde entró en 1951. Tras superar las reticencias iniciales de su familia y ganar en los juzgados su derecho a formarse en ingeniería en una escuela solo para blancos, también consiguió su título y se convirtió en la primera ingeniera negra de la NASA en 1958.
Se especializó en analizar los datos del túnel de viento y los experimentos de vuelo en la división de aerodinámica subsónico-transónica. Su objetivo era entender el flujo de aire, incluidas las fuerzas de empuje y resistencia. Publicó una docena de artículos científicos.
Al final de su carrera también se dedicó a fomentar la contratación y promoción de la mujer en la NASA desde la Oficina de Programas de Igualdad de Oportunidades y Discriminación Positiva. Además, Jackson fue muy conocida en su comunidad por ayudar a los niños a crear un túnel de viento en miniatura.
«Estas tres mujeres y sus compañeras se enfrentaron a desafíos, forjaron alianzas y usaron su intelecto para cambiar sus propias vidas y el futuro de su país«, dice la autora de Figuras Ocultas en su libro, pero, además, hay algo en su historia que parece conectar con gente de todas las razas, etnias, géneros, edades y orígenes.
«Es una historia de esperanza –concluye Shetterly–. La esperanza de que incluso en la realidad más dura, como la segregación legalizada y la discriminación racial de EE UU en los años 60, a veces triunfe la meritocracia; la esperanza de que a cada uno de nosotros se nos permita llegar hasta donde nos lleve nuestro talento y esfuerzo”