La niña masái famosa por su lucha anti ablación crea otro “rito de iniciación” respetuoso y sin sangre
El País.- Nice Nailantei abre en su tierra natal, en Kenia, un proyecto llamado Nice Place para otras jóvenes amenazadas por la mutilación genital con apoyo de Amref. Una historia al hilo del Día Mundial Contra la Violencia de Género
El gran árbol protector de sus noches de miedo sigue ahí, vigilando los senderos de su infancia. Nice Nailantei Leng’ete lo observa con antigua gratitud, y tal vez piense que esa acacia es el único personaje que ha permanecido inerte en esta ventosa sabana del sur de Kenia, custodiada por el imponente Kilimanjaro, que aparece y desaparetras la carrera de las nubes.
Bajo ese árbol, Nice intentaba hacerse invisible cuando era niña y en su aldea, Nomayianat, en el condado de Kajiado, se preparaba la ceremonia del emuatare, que es como el pueblo masái, al que pertenece Nice, llama a la mutilación genital femenina, un rito ancestral que para varias etnias africanas representa un paso necesario para que las niñas se conviertan en mujeres adultas y merezcan que se las pida en matrimonio. Cuando era una huérfana de ocho años, Nice Nailantei Leng’ete, que hoy es una joven de 29 años alta y esbelta, con una dulce sonrisa infantil, logró escapar dos veces de la sangrienta ceremonia, guiada tan solo por un instinto infantil imposible de domar: “No quería sufrir”, cuenta, “así que me enfrenté al jefe de la familia, mi abuelo, y le rogué que me dejara terminar la escuela. Estaba atónito por mi descaro, pero era un buen hombre y acabó cediendo a mi insistencia”.
El resto es historia. Porque, desde entonces, Nice Nailantei Leng’ete no solo ha estudiado hasta licenciarse en gestión sanitaria, sino que junto a la ONG Amref Health Africa está muy cerca de erradicar la mutilación genital femenina de la sociedad masái en la zona de Loitokitok, la ciudad más cercana a su pueblo natal, salvando a unas 15.000 niñas del horror del emuatare e involucrando en el cambio a grupos de mujeres, ancianos y sobre todo a los moran, los guerreros masái más tradicionalistas. Su obstinación se ha impuesto a la mentalidad de una sociedad tribal y seminómada impermeable a la modernidad por miedo a perder su identidad, que permite la poligamia a los hombres, pero quiere que las mujeres sean “puras” y sumisas.
Doblegando toda resistencia y dedicando su vida a los derechos de las mujeres, Nice se ha hecho famosa en todo el mundo y ha ganado varios premios, como la beca estadounidense para jóvenes líderes africanos que lleva el nombre de Nelson Mandela o el premio alemán Annemarie Madison en 2018. También ofreció un discurso en una edición reciente de la Iniciativa Global Clinton en Nueva York, su voz se ha escuchado en el Parlamento Europeo y, en 2018, la revista Time la incluyó entre las 100 personalidades más influyentes del mundo.
A pesar de esta visibilidad internacional, el gran sueño de Nice sigue arraigado en su tierra, que aún tiene mucho camino que andar para conseguir la completa liberación de las niñas de las tradiciones patriarcales que las atormentan. Y ahora ese sueño está a punto de hacerse realidad: se llamará Nice Place y será “un lugar seguro donde las niñas puedan refugiarse cuando corran el riesgo de ser sometidas a la mutilación genital o a un matrimonio forzado”, cuenta la joven. Funcionará a la vez como centro de acogida y academia de mujeres, donde las niñas recibirán formación en estrategias de vida, liderazgo y capacidades empresariales, adquiriendo fuerza y capacidad para llegar a ser autónomas. La academia acogerá a 50 estudiantes al año, pero el centro estará abierto a cualquier niña, joven o mujer que necesite protección”.
Para Nice Nailantei Leng’ete, este lugar también representa una necesidad personal: “Cada vez que vuelvo a mi aldea”, confiesa, “cuando veo los rostros sonrientes de niñas inteligentes, valientes y hermosas, sé por qué llevo a cabo esta misión: para luchar porque cada una de ellas pueda convertirse en la mujer de sus sueños. Como me pasó a mí. Hace unos años heredé el terreno en el que se levantará Nice Place y, de inmediato, comencé a planificar el proyecto. Hoy, cuando faltan pocos meses para que la institución empiece a funcionar, me siento la mujer más feliz del mundo”.
A pesar de los retrasos debidos a la pandemia de covid-19, que también ha afectado a Kenia, las obras continúan y Nice Place, que es un proyecto liderado por Amref Health Africa en Kenia con el apoyo de Amref Holanda y Amref Italia, ya tiene paredes. “Tendrá un perímetro circular con una gran plaza en el centro”, explica Nice. “Será autosuficiente gracias a modelos empresariales sencillos para actividades que generen ingresos: en primer lugar, se cultivarán las tierras y se venderán productos agrícolas. Además, Nice Place aspira a mejorar la industria local de abalorios, perfeccionando las aptitudes de las niñas en su elaboración y proporcionándoles contactos para comercializar los productos. Finalmente, su situación céntrica, en la carretera que conduce al Parque Nacional Amboseli, ofrece una oportunidad única para instalar un puesto que atraerá clientes, tanto para tomar un café como para comprar objetos de artesanía”.
De los 31 países del mundo donde está extendida la mutilación genital femenina, 27 se encuentran en el continente africano, pero la geografía del fenómeno es variada. En Somalia, por ejemplo, la casi totalidad de la población femenina (98%) ha sufrido la ablación, y la forma más sangrienta de infibulación. También se registran porcentajes muy altos en Guinea (95%), Yibuti (94%), Mali (89%), Sierra Leona (86%) y Egipto (87%), mientras que Níger, Camerún y Uganda están a la cola de la lista, con porcentajes inferiores al 5%. De los 27 países africanos incluidos en los informes de Unicef, en 14 de ellos más de un millón de mujeres han sufrido el “corte”.
Sin embargo, aunque la práctica de la ablación implica la desigualdad entre hombres y mujeres y la obsesión por el control de la sexualidad femenina, dentro de un mismo Estado existen profundas diferencias de una región a otra y entre grupos étnicos, unos 3.000 en el continente africano. Este es el caso de Kenia, donde la mutilación genital femenina afecta al 21% de las mujeres en todo el país, pero el porcentaje se eleva al 98% en las comunidades somalíes y al 73% entre los masáis. Para estos pastores guerreros, el corte del clítoris y los labios menores es un viático de pureza para la mujer y una garantía indispensable de la monogamia. Con vistas a la boda, el novio paga una dote a la familia de la futura esposa; el valor de la niña se calcula en cabezas de ganado y nadie, por tradición, negociaría el precio por una joven que no llegue al lecho nupcial en las condiciones que se consideran oportunas, es decir, “cortada”.
Un rito alternativo al corte
Pero Nice Nailantei Leng’ete ha inventado un “rito de iniciación” alternativo que respeta las costumbres masái limpiándolas de sangre: “La ceremonia de iniciación es como la tradicional”, explica, “con bailes y sacrificios de cabras y vacas, pero no se cortan los genitales y los ancianos bendicen los libros, cuadernos y bolígrafos de las niñas para animarlas a estudiar. Antes de la fiesta, las niñas hacen un curso de educación sexual, higiene personal y derechos de la mujer para que aprendan que la educación es la nueva circuncisión, la única verdadera iniciación a la edad adulta. Solo yendo a la escuela puede una niña convertirse en la mujer de sus sueños”.
El Gobierno de Kenia ha hecho mucho contra la mutilación genital femenina: la declaró delito en 2001 y en 2011 extendió la condena a quienes la promueven, además de establecer una Comisión para controlar el fenómeno y erradicarlo. Pero dentro de los límites de la boma, los campamentos masái que miran al sur, hacia el Kilimanjaro, a Nice Nailantei Leng’ete le ha costado acabar con la única ley reconocida, la sancionada por los ancianos en la estela de la tradición. Y el futuro ciertamente deparará otras batallas: “Ahora que el mundo se enfrenta a la pandemia de covid-19, nos preocupan las interrupciones en los programas de prevención de la mutilación genital femenina”, explica Paola Magni, jefa de proyectos contra la mutilación genital femenina en Amref Health Africa en Italia. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), debido a los confinamientos impuestos por la emergencia sanitaria, en la próxima década podrían darse dos millones de casos de mutilación que, de otro modo, se habrían evitado. También se ralentizan los esfuerzos para acabar con los matrimonios precoces: entre 2020 y 2030 podrían producirse alrededor de 13 millones que, de otro modo, no se habrían producido”.
En Kenia, el presidente Uhuru Kenyatta se ha comprometido a eliminar por completo la ablación para 2022, ocho años con respecto a lo establecido por el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible pero, mientras tanto, las crónicas más recientes aún hablan de mutilaciones ilegales en el territorio nacional. En el condado de Kericho, en el suroeste del país, 22 mujeres adultas de la etnia kipsigis fueron hospitalizadas a principios de noviembre por las consecuencias de la mutilación genital, y una de 60 años fue encarcelada, acusada de llevar a cabo la práctica, según informó la televisión estatal de Kenia. Un suceso similar tuvo lugar en el mismo período en el condado de Narok, también en el suroeste, donde la policía arrestó a 10 mujeres sometidas a mutilación genital por su presunta participación en el crimen. En la misma zona de Kenia, el jefe de protección social, Patrick Ole Ntutu, informó de una investigación sobre algunos trabajadores sanitarios que presuntamente practicaron mutilaciones clandestinas. Mientras que, a finales de octubre, unas 3.000 niñas de la comunidad kuria, en el suroeste de Kenia, desfilaron en público después de la ceremonia del corte, agitando globos que simbolizan este rito. Las procesiones, según refiere el British Medical Journal, estaban escoltadas por hombres armados que advertían a la policía y a los activistas anti-MGF de que no intervinieran.
Para Nice Nailantei Leng’ete todavía hay que mantener la guardia muy alta y, para avanzar, sigue inspirándose en las muchas historias de éxito que ha seguido a lo largo de estos años. Como la de Amina, prometida a los 11 años a un moran, un guerrero masái. “Era un líder poderoso en su comunidad”, recuerda Nice, “y por eso nadie se atrevió a hablar. Cuando recibí la noticia, faltaba menos de un día para la boda: era una carrera contra el tiempo, una de las intervenciones más difíciles de mi vida. Me vi obligada a enfrentarme a toda una sociedad apoyada por decenas de seguidores del prometido. Por fin, gracias a la intervención de algunos miembros de la comunidad, las personas con las que trabajo y el Gobierno, Amina se salvó del peligro. Hoy la niña está segura, feliz, ha recibido una educación y finalmente ha sido acogida nuevamente por su familia, después de un largo proceso de sensibilización entre todos los implicados”. El mismo final feliz que Nice presagia para todas las huéspedes que no tardarán en llegar a su Nice Place.