La nueva función de audio en Twitter es un coladero de racistas y terroristas
El Confidencial.- La compañía lanzó una herramienta de forma rápida para contentar a sus accionistas. El problema es que no tiene ningún tipo de vigilancia y ahora está siendo usada para fomentar el extremismo.
Más problemas para Twitter. Las nuevas funciones de la plataforma le han traído nuevos quebraderos de cabeza. En concreto, Espacios (o ‘Spaces’), una herramienta para retransmitir audio en directo y que fue presentada a principios de este año. Si la red social ya había tenido (y tiene) dificultades a la hora de moderar contenidos, este producto lo complicaba aún más, ya que el sonido es mucho más difícil de controlar.
El problema es que no había ningún plan para encauzar los contenidos de Espacios y, tal y como ha revelado ‘The Washington Post’, aquello se ha acabado convirtiendo en un auténtico coladero. En apenas medio año, Espacios ha terminado siendo usada por partidarios de los talibanes, supremacistas blancos y antivacunas, entre otros. Era tan sencillo como iniciar una emisión –que se podía compartir con otros oradores– y que cientos de personas se conectaran a escuchar.
Tal y como ha reconocido Twitter, esas conversaciones no tienen ningún tipo de vigilancia en tiempo real, ni humana ni artificial. «Estamos explorando vías en este sentido, pero no es algo que tengamos disponible en este momento», ha explicado una portavoz oficial, que lo achaca a la falta de tecnologías adecuedas para ello. Eso sí, ha subrayado que sí pueden detectar determinadas palabras clave en los títulos de las conversaciones, algo más o menos sencillo de burlar, además de recibir las denuncias de usuarios, que tienen prioridad sobre otras, pero que dependen de que esa conversación haya llegado a alguien que ‘no’ debía.
Unas medidas que ni de lejos han evitado que se propaguen estos discursos extremistas. «Están incitando abiertamente al genocidio de los chiítas. Twitter está durmiendo», denunciaba hace unas semanas un usuario –con vídeo incluido–, que había presenciado una charla de una hora en la que se apoyó explícitamente al Estado Islámico. Además, cabe recordar que, tras el ascenso de los talibanes al poder en Afganistán, Twitter no bloqueó su acceso a la red social, pese a ser una herramienta clave para ellos.
Por si fuera poco, la empresa también ha admitido que ayudó a viralizar estas conversaciones: al ver que muchos usuarios los sintonizaban, los recomendaban a más usuarios, algo que achacan a un «error de software».
La presión tras la chapuza
Espacios no ha sido la herramienta exitosa que se esperaba. La idea era hacerse líderes en el pujante sector del audio en directo, donde tienen a Clubhouse como uno de sus principales competidores (y también ha tenido problemas similares). Una importante caída de los usuarios tras su lanzamiento hizo que se metiera más presión para incentivar su uso –la plantilla de Espacios pasó de 10 a 100 personas en un año– como una salida para evitar el estancamiento de la plataforma.
Según la investigación mencionada, la nueva función pasó de tener 1,5 millones de usuarios en mayo a tener algo menos de uno un par de meses después. En cualquier caso, muy lejos de los 350 millones de personas usan Twitter de forma activa en todo el mundo.
La compañía lanzó una herramienta de forma rápida para contentar a sus accionistas. El problema es que no tiene ningún tipo de vigilancia y ahora está siendo usada para fomentar el extremismo.
Más problemas para Twitter. Las nuevas funciones de la plataforma le han traído nuevos quebraderos de cabeza. En concreto, Espacios (o ‘Spaces’), una herramienta para retransmitir audio en directo y que fue presentada a principios de este año. Si la red social ya había tenido (y tiene) dificultades a la hora de moderar contenidos, este producto lo complicaba aún más, ya que el sonido es mucho más difícil de controlar.
El problema es que no había ningún plan para encauzar los contenidos de Espacios y, tal y como ha revelado ‘The Washington Post’, aquello se ha acabado convirtiendo en un auténtico coladero. En apenas medio año, Espacios ha terminado siendo usada por partidarios de los talibanes, supremacistas blancos y antivacunas, entre otros. Era tan sencillo como iniciar una emisión –que se podía compartir con otros oradores– y que cientos de personas se conectaran a escuchar.
Tal y como ha reconocido Twitter, esas conversaciones no tienen ningún tipo de vigilancia en tiempo real, ni humana ni artificial. «Estamos explorando vías en este sentido, pero no es algo que tengamos disponible en este momento», ha explicado una portavoz oficial, que lo achaca a la falta de tecnologías adecuedas para ello. Eso sí, ha subrayado que sí pueden detectar determinadas palabras clave en los títulos de las conversaciones, algo más o menos sencillo de burlar, además de recibir las denuncias de usuarios, que tienen prioridad sobre otras, pero que dependen de que esa conversación haya llegado a alguien que ‘no’ debía.
Unas medidas que ni de lejos han evitado que se propaguen estos discursos extremistas. «Están incitando abiertamente al genocidio de los chiítas. Twitter está durmiendo», denunciaba hace unas semanas un usuario –con vídeo incluido–, que había presenciado una charla de una hora en la que se apoyó explícitamente al Estado Islámico. Además, cabe recordar que, tras el ascenso de los talibanes al poder en Afganistán, Twitter no bloqueó su acceso a la red social, pese a ser una herramienta clave para ellos.
Por si fuera poco, la empresa también ha admitido que ayudó a viralizar estas conversaciones: al ver que muchos usuarios los sintonizaban, los recomendaban a más usuarios, algo que achacan a un «error de software».
La presión tras la chapuza
Espacios no ha sido la herramienta exitosa que se esperaba. La idea era hacerse líderes en el pujante sector del audio en directo, donde tienen a Clubhouse como uno de sus principales competidores (y también ha tenido problemas similares). Una importante caída de los usuarios tras su lanzamiento hizo que se metiera más presión para incentivar su uso –la plantilla de Espacios pasó de 10 a 100 personas en un año– como una salida para evitar el estancamiento de la plataforma.
Según la investigación mencionada, la nueva función pasó de tener 1,5 millones de usuarios en mayo a tener algo menos de uno un par de meses después. En cualquier caso, muy lejos de los 350 millones de personas usan Twitter de forma activa en todo el mundo.
La peor parte es que todo se hizo a sabiendas de que Espacios podía convertirse en un lugar muy oscuro. Kayvon Beykpour, jefe de producto, había reconocido en privado que sabían que los fallos de seguridad eran importantes, pero se negaron a afrontarlos porque ralentizaría proceso que, pretendían, hiciera sacar a Twitter a flote.
Las fuentes de ‘The Washington Post’ indican que se fomentó una política que se podría resumir en ‘lanzar rápido y aprender en público’, una tónica habitual que ha rodeado a las grandes tecnológicas. Los ‘papeles de Facebook’, publicados hace apenas dos meses, son el ejemplo más claro: la compañía conocía el efecto nocivo algunos de sus productos, pero no sabían o no querían ponerles coto.
En este caso, algunos empleados de Twitter también advertieron de estos agujeros en varias reuniones, pero fueron ignorados o apartados. «Cuando trabajas en algo durante meses y nadie recoge ninguna conclusión sobre el mal uso que se puede hacer de esto, no sorprende que meses después haya talibanes o racistas usando la plataforma«, ha explicado uno de ellos.
Esta revelación llega apenas dos semanas después de que Jack Dorsey, CEO de Twitter, dimitiera por la mala marcha de la compañía. Traducido en cifras: tuvo más de 1.100 millones de dólares de pérdidas en 2020. Eso no quita que haya sido un enorme imán para atraer lodazales. Exactamente igual que Facebook en esto último, pero con una gran diferencia: Facebook ingresa casi 30 veces más que Twitter cada trimestre y genera un beneficio casi 25 veces superior. Facebook es una máquina brutalmente rentable de generar problemas. Twitter se ha quedado solo en los problemas.
La manipulación de la plataforma por parte del expresidente de EEUU Donald Trump, la eliminación de enlaces a noticias sobre la supuesta corrupción de Joe Biden sin ningún tipo de explicación, su papel de ventilador de historias falsas sobre el coronavirus o la frustrante incapacidad para frenar los discursos de odio y las amenazas entre usuarios son solo algunos de los grandes escollos que han acompañado a Twitter durante los últimos años. El problema es que, sin estar cerca de resolverlos, han seguido en aventuras igual (o más) de arriesgadas.