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La Policía blinda el centro de menas de Hortaleza para impedir que incumplan el estado de alarma

ABC.- Los agentes vigilan la entrada después de que varios menores saltaran los muros para salir a la calle

Objetivo: evitar que los residentes de los centros contiguos de Primera Acogida de Hortaleza (Valdetorres de Jarama, 1) e Isabel Clara Eugenia (Mar Caspio, 8), ocupados en su mayoría por menores extranjeros no acompañados (menas), incumplan las medidas de confinamiento adoptadas por la crisis del coronavirus. La premisa es clara; la ejecución, no tanto. Desde que el Gobierno central decretase el estado de alarma, el pasado 14 de marzo, son varios los vecinos que han observado a grupos de internos sortear los muros y campar por las calles a su antojo. Por ello, la Policía del distrito lleva días custodiando los exteriores de la residencia, a fin de conseguir la reclusión total. Una tarea nada sencilla.

Fuentes policiales explican a ABC que si los agentes «establecen la vigilancia en la puerta principal, los menores «se van a la parte de atrás para intentar salir». Y si deciden «mover el control a ese punto», estos hacen lo propio «y vuelven al otro lado del recinto». Es el juego del ratón y el gato, pero elevado al máximo riesgo posible. Según ha podido saber este diario, el centro de Hortaleza, con capacidad para 52 plazas, cuenta actualmente con un aforo de entre 70 y 80 menores. Una cifra ligeramente inferior a la registrada meses atrás, cuando se llegó a rebasar el centenar de internos, aunque todavía insuficiente para desarrollar los trabajos educativos bajo la mayor protección posible.

 Sin positivos confirmados entre los adolescentes –al menos hasta el lunes–, es en el grueso de la plantilla donde la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS), dependiente de la Comunidad de Madrid, centra ahora los esfuerzos. Además de habilitarse hace tiempo todas las estancias de las residencias para que ningún joven tenga que dormir en el suelo, los trabajadores han recibido mascarillas y guantes y reducir así posibles contagios. También, se ha solicitado aumentar los contratos parciales al 100%, en formato de horas extraordinarias; y singularizar las nuevas contrataciones, es decir, flexibilizar y diversificar el proceso para que el organismo regional no colapse.
En caso de detectar cualquier tipo de sintomatología, los cuidadores y el personal de seguridad y limpieza tienen la orden de quedarse en sus casas, a la espera de que los test de detección del Covid-19 lleguen a la población afectada y puedan dilucidar si han contraído el patógeno. Con algunas bajas ya en el servicio, el refuerzo de la plantilla se antoja fundamental para controlar a los menores, recluidos en las instalaciones. Los empleados de Hortaleza consideran que la imposibilidad de aislar a los internos –salvo en casos puntuales– podría provocar, de fallar las medidas puestas en marcha, una microepidemia dentro del centro. Llegado el caso, piden que sean las autoridades sanitarias las encargadas de tomar el mando y conseguir que no ocurran situaciones similares a las sufridas –«salvando las distancias»– en residencias de la tercera edad.

La diferencia respecto a otros centros infantiles, inciden, es que en los de primera acogida no se ha podido alojar a parte de los niños en casas familiares, por lo que el número de ocupaciones no ha hecho más que aumentar: «Hasta la semana pasada seguían entrando chicos». La preocupación es creciente, más si cabe, dada la especial singularidad que se vive en el enclave desde hace años.

En los últimos días, varios adolescentes han saltado los muros, aprovechando incluso el aplauso sanitario para salir en masa y lanzar improperios al vecindario. A ello se suman las sospechas por los robos registrados la semana pasada en tres casetas de feria instaladas en el parque Alfredo Kraus. «Creemos que han sido ellos», advertía ayer un trabajador, vigilante ante cualquier contratiempo: «Venimos todos los días a echar un vistazo». Los autores abrieron un boquete en una hamburguesería móvil y arrancaron la caja registradora; reventaron también otra taquilla y forzaron la pequeña puerta de un tercer compartimento, en el que se almacenan aparatos eléctricos y otros objetos de mantenimiento.

Sea como fuere, lo que sí es cierto es que los menores de la residencia de Hortaleza viven aislados del exterior, pero concentrados dentro, hasta el punto de que la Policía se personó un día en las instalaciones ante las dudas de que pudieran estar en el patio, algo que finalmente permitieron.

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