La rebelión contra la gordofobia: «Las personas gordas recibimos una opresión y una discriminación estructural»
20 Minutos.- A medida que su peso aumentaba, cambiaban los diagnósticos médicos, ya fuera por un dolor de rodilla o por un dolor de estómago. «Empiezo a notar diferentes actitudes médicas de cuando era delgada a cuando engordé, empiezan a darme diagnósticos que son ‘estás gorda’ todo el rato que antes no me daban y pienso que algo está fallando», declara Cristina de Tena, una educadora social en el paro de 31 años.
«Cambié mis médicos hasta que encontré la que tengo ahora, que no está en el barrio en el que vivo, pero ya no me cambio más por miedo a encontrarme a otro gordófobo», declara Cristina. «La de ahora es un amor y me trata como al resto de personas, que es como lógico pero, en la práctica, no lo encuentras».
El neologismo gordofobia ha irrumpido con fuerza a través de las redes sociales y está sirviendo para dar un nombre común a una vivencia que que millones de personas comparten cada día en España y el resto del planeta: la discriminación por ser gordo.
A cada persona, el conocimiento de este término le activa un resorte en la memoria. Para Cristina, su incómoda relación con sus médicos de cabecera, para Lara Gil, una antropóloga de 31 años, los insultos.
«En el cole me insultaban, no viví bullying como tal, porque aprendí a desarrollar una personalidad hiper mega simpática agradable y complaciente para que no me insultaran, pero, aun así, en mi instituto, por muy maja que yo fuera, en cuanto había un conflicto me gritaban gorda», recuerda Lara.
Esta experiencia en común con la discriminación es lo que las ha unido también en la respuesta a la misma. Nadie hablará de nosotras es el nombre del podcast que ambas comenzaron a grabar en diciembre y que definen como «gordo, anticapitalista y feminista, en el que dos amigas rajamos sobre gordofobia». En clave humorística, tratan de visibilizar la gordofobia que cientos de personas como ellas han sufrido durante toda su vida.
«Creo que lo primero que tenemos que hacer es desmontar el discurso de que las personas gordas estamos insanas y que representamos valores como ser vagas o que no nos cuidamos», explica Lara. «Nosotras éramos súper conscientes de que lo que nos pasaba no era un problema individual, pensamos que era interesante que otra gente, que a lo mejor no tenía la posibilidad de tener una amiga también gorda con la que hablarlo, nos pudiera oír un poco como esa amiga que te está explicando que tú no tienes un problema».
«Nosotras éramos súper conscientes de que lo que nos pasaba no era un problema individual»
La «guerra contra la obesidad»
La peculiaridad de la discriminación por gordofobia y lo que la hace contar aún con una gran implantación en nuestra vida cotidiana es que está sustentada, hasta cierto punto, por un discurso bio-médico ampliamente aceptado, aunque no exento de críticas.
«El discurso biomédico tiene varios mitos sobre la gordura como que las personas gordas viven menos o que todo el mundo que se lo propone puede adelgazar», explica Nina Navajas, investigadora y profesora de Trabajo Social de la Universidad de Valencia, autora del artículo autoetnográfico Deberías adelgazar, te lo digo porque te quiero. «El discurso médico es el de la autoridad epistémica, es muy potente y la mayoría de personas creo que confiamos bastante en él, es, por tanto, el discurso hegemónico y es muy difícil contradecirlo incluso con pruebas en la mano».
La obesidad ha sido definida, desde la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) como «la gran epidemia del siglo XXI», al menos hasta la llegada de la Covid-19, y la evidencia empírica era el aumento de porcentaje mundial de personas gordas en función del índice de masa corporal (IMC), un cálculo que tiene en cuenta simplemente dos factores del cuerpo, el peso y la altura, obviando otros como la densidad ósea, el porcentaje de grasa corporal o el porcentaje de masa muscular.
«Si hay una guerra contra la obesidad hay una guerra contra las personas gordas, y esos somos nosotros»
El IMC fue reformulado en 1998 en Estados Unidos haciendo que millones de personas pasaran a ser consideradas obesas de la noche a la mañana y desatando una suerte de guerra contra la obesidad que ha tenido un resultado bastante poco exitoso. En España, la obesidad y el sobrepeso, atendiendo al IMC, no ha hecho más que subir desde los años 90, según los datos de la Encuesta Nacional de Salud.
«Si hay una guerra contra la obesidad hay una guerra contra las personas gordas, y esos somos nosotros», declara Navajas. «Por otra parte, muchas de las intervenciones que, a día de hoy, conocemos para hacer que los cuerpos gordos sean cuerpos más delgados no funcionan. Es más, empeoran la situación de las personas gordas».
Activismo gordo
A la sombra de esta guerra institucional contra la obesidad, se ha ido generando una respuesta, esencialmente a través de las redes sociales, en lo que se ha venido a llamar activismo gordo y encarnada en España por la plataforma Stop Gordofobia, fundada en 2013 en Facebook.
La experiencia de Adnaloi Vila, una de las portavoces de Stop Gordofobia, es similar a la de cualquier otra persona que ha sufrido este tipo de discriminación. «Bullying con todo tipo de agresiones, que se me insulte por la calle, que se me insulte en el transporte público si quiero sentarme, que se me recomienden dietas milagro para adelgazar sin yo pedirlas, que se me señale por la cantidad de comida que me preparo en casa, comentarios de familiares, de compañeros de militancia, que en tiendas de ropa se me diga que no tienen ropa para mi o que me manden a la sección de ‘tallas especiales’, que me digan en distintos lugares públicos como bares que las sillas no me van a aguantar, que me digan como debo vestirme para disimular mi barriga o mi culo…», enumera Adnaloi.
Tras muchos años escondiendo su cuerpo, sin ir a la playa o a la piscina, Adnaloi, que se define como una «súper trans gorda, gordísima», decidió mostrar su cuerpo desnudo en una manifestación en Lleida en 2017. Envió una foto de ese momento acompañada de un texto a la página Stop Gordofobia, que había lanzado una campaña en la que pedía a los seguidores que manden fotografías en bikini o bañador. Poco después, formaba parte del grupo de administradores de la plataforma.
«Hay que dar voz a las personas gordas para hablar sobre gordofobia y anti gordofobia», declara Adnaloi. «Es necesario que entendamos que sí, la gordofobia y la presión estética nos afecta a todas las personas, pero las personas gordas recibimos una opresión y una discriminación estructural en base al tamaño de nuestros cuerpos que las personas delgadas no reciben».
Ser gorda y de clase trabajadora
Laura Onieva, de 42 años, es una modelo con 169.000 seguidores en Instagram, donde publica fotos con ropa de las marcas para las que trabaja. Pero su camino vital hasta llegar a este punto ha estado especialmente plagado de obstáculos por la forma de su cuerpo. Es una modelo curvy o de tallas grandes.
«Yo he ido a entrevistas de trabajo para dependienta y decirme que el perfil que buscan no es así porque hay que moverse mucho, te están diciendo claramente que si estás gordita no te vas a mover igual», declara Laura. «Por el hecho de estar gordita no significa que vaya a trabajar menos, pero la gente lo asocia a que estás en un sofá comiendo bollos todo el día».
Si bien la discriminación por gordofobia puede afectar a cualquier persona considerada gorda, la intersección con otros condicionantes como el género o la clase social la hacen mucho más severa.
«La cuestión de género está clara porque las exigencias estéticas siempre han sido mucho más duras, constantes y permanentes hacia las mujeres», explica José Luis Moreno Pestaña, profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Granada. «En cuanto a la cuestión de clase, se impone un modelo de delgadez que requiere condiciones de vida extraordinariamente abiertas a la práctica del deporte y al control de la alimentación y eso está mucho más accesible a personas que tienen ingresos altos, trabajos que tienen alto nivel de ocio, capacidad de invertir en que les preparen la comida, etc.».
«Por el hecho de estar gordita no significa que vaya a trabajar menos, pero la gente lo asocia a que estás en un sofá comiendo bollos todo el día»
La vida de Laura estuvo marcada desde la adolescencia hasta sus 30 años por el miedo a mostrar su cuerpo en público y la mala salud física y psicológica por intentar cambiarlo. «A mi me daba vergüenza salir a la calle, me decían de quedar y no quedaba, ¿salir a cenar?, ¿yo comer en público?, ¿qué me van a decir?: ‘Esa gorda qué hace comiendo’. Cosas que una persona que no lo ha sufrido no lo entiende”, declara.
El nacimiento de su hija lo cambió todo: «Me di cuenta de que no podía estar así, que tenía que cuidar de ella y fue como si me cambiara el chip». Ahora se ha convertido en algo completamente ausente hasta la irrupción de las redes sociales: un referente positivo como mujer gorda. Un cuerpo gordo que no está escondido, sino que sirve como modelo.
«Aún así, esto genera mucha controversia, tienes que tener mucho cuidado con los mensajes que transmites porque te pueden tanto dar las gracias como decirte que estás fomentando la gordura, la obesidad, que va a generar a las personas enfermedades…», declara Laura. «Es increíble, pero es lo que hemos tenido que hacer toda la vida, siempre se nos pone mucho más complicado».