La rebelión de las manos blancas contra ETA
El País.- Los asesinatos de Múgica y Tomás y Valiente hace 25 años supusieron un aldabonazo contra el terrorismo.
El 6 de febrero de 1996 a las 13.45, cuando Fernando Múgica Herzog, abogado y ex dirigente socialista vasco, de 62 años, salía de su despacho en la donostiarra calle Prim, el etarra Javier García Gaztelu le disparó en la nuca. Falleció casi al instante. Ocho días después, Francisco Tomás y Valiente, expresidente del Tribunal Constitucional, de 63 años, fue asesinado por el etarra Jon Bienzobas en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid cuando hablaba por teléfono con su colega Elías Díaz. Tomás y Valiente acababa de redactar un texto, Razones y tentaciones del Estado, en el que hacía referencia al crimen de Múgica y que publicó EL PAÍS al día siguiente de su propio asesinato.
La casualidad no acabó ahí. Pocas semanas después, José Ramón Recalde glosaría, también en este periódico, el debate abierto por el fallecido Tomás y Valiente con otro texto, Sentido de Estado. El catedrático y ex consejero del Gobierno vasco resultaría herido gravemente, también por ETA, cuatro años después. Lo recuerda Luis Castells, catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco (UPV), cuando se cumplen 25 años de ambos asesinatos. Ambos crímenes impactaron especialmente en una familia socialista a punto de perder el Gobierno. “ETA está matando a mis amigos”, dijo el entonces presidente, Felipe González.
“Desde 1995, ETA inició una campaña de asesinatos de gran impacto social para compensar su debilidad tras la detención de su dirección en Bidart (Francia). También activó la kale borroka que en 1996 batió su record con 1.113 ataques. ETA pretendía extender el miedo a toda la población. Impuso, incluso, una nueva dirección en Herri Batasuna, sustituyendo a dirigentes moderados como Patxi Zabaleta o Iñigo Iruin por una cúpula, subordinada a ella, en torno a Floren Aoiz”, señala Castells.
ETA empezó su campaña de extensión del terror con el asesinato del dirigente del PP vasco Gregorio Ordóñez, en 1995. Lo intentó, pero fracasó con entonces líder de la oposición, José María Aznar, y el rey Juan Carlos, el mismo año. Y en 1996, en la precampaña de las elecciones generales, que ganó Aznar, asesinó a Múgica y Tomás y Valiente. Ambos compartían su militancia antifranquista, y ETA sabía el impacto de su asesinato. “Tomás y Valiente fue expedientado con otros tres catedráticos de la Universidad de Salamanca, por el ministro de Educación franquista Julio Rodríguez por su actitud democrática. Con la democracia fue magistrado del Tribunal Constitucional y de 1986 a 1992, su presidente. Felipe González, del que era amigo, le ofreció ser ministro de Justicia, pero prefirió regresar a la Universidad”, recuerda Castells.
Ana Tomás y Valiente recuerda el disgusto de su padre, militante contra la pena de muerte, por los fusilamientos del régimen franquista de dos miembros de ETA y tres del FRAP en 1975 así como sus textos en los que rechazaba el terrorismo, pero también la guerra sucia contra el terrorismo. El delirio de ETA llegó al extremo de explicar su crimen por “inspirar estrategias contra el pueblo vasco”. El jurista no llevaba escolta, igual que Múgica, por lo que fueron dianas fáciles.
Múgica se afilió al PSOE en 1964 con su hermano Enrique, ministro de Justicia entre 1988 y 1991 y artífice de la política de dispersión de los presos etarras. “A diferencia de Enrique, apenas tuvo cargos públicos. Sólo, durante breve tiempo, fue concejal en San Sebastián. Participó en la reconstrucción del PSOE en el Congreso de Suresnes, en 1974, y fue clave en el renacimiento del socialismo vasco”, destaca Castells. Su hijo, José Mari, resalta sus raíces: “Mi padre sufrió la peste del nazismo, del franquismo y de ETA. Su padre, republicano, murió en el exilio. Su tío, socialista, fusilado. Y parte de la familia de su madre, Paulette Herzog, judía polaca, murió en Auschwitz. Su judaísmo no sólo era herencia familiar sino indignación militante contra el nazismo y el Holocausto”.
ETA no calculó que ambos asesinatos marcarían un salto cualitativo en la movilización contra ETA. “Tras conocerse el asesinato de Tomás y Valiente, los estudiantes de la UAM se manifestaron masivamente. Surgió el movimiento de las manos blancas y la consigna de ¡Basta ya! y ¡Vascos sí, ETA no! La universidad se sintió atacada. Y tampoco, hasta entonces, hubo una manifestación tan masiva contra el terrorismo como la que se celebró en el centro de la capital”, subraya Castells.
Fue el preámbulo de la rebelión que al año siguiente empezó con el asesinato del concejal del PP de Ermua (Bizkaia), Miguel Angel Blanco. Carlos Totorica, entonces alcalde de Ermua, recuerda que cuando se enteró del asesinato de Tomás y Valiente se indignó tanto que, por vez primera, redactó un bando con un llamamiento a la población con su condena.
El asesinato de Múgica coincidió en Euskadi con los secuestros de ETA del empresario José María Aldaya y el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. “En aquellos momentos se pasó en el País Vasco de las manifestaciones silenciosas contra ETA a gritar ¡Basta ya!, a lucir el lazo azul en protesta contra ETA; a resistir a los abertzales radicales; a acudir a manifestarse ante las sedes de Batasuna a pedirles cuentas”.
ETA, tras matar a Múgica Herzog, consiguió que la comunidad judía equiparase su persecución con la de los nazis. El rabino de Bayona rezó el kadish en su despedida, y en nombre de la comunidad judía dijo: “Si la persecución de los nazis que sufrió su madre, Paulette Herzog, judía polaca, marcó su vida, la de los terroristas de ETA le ha puesto fin. Nuestra comunidad agradece a un hombre que luchó para que España reconociera como Estado a Israel, país que consideraba su segunda patria”. El Fondo Nacional Judío plantó miles de árboles en la ciudad israelí de Haruvit en su recuerdo.
Cuando se enteró del asesinato de Tomás y Valiente, la familia Múgica viajó a Madrid para visitar a sus parientes y asistir a la gran manifestación contra ETA. Ana Tomás recuerda cómo la familia Múgica les dijo: “A vosotros la gente os apoya. Pero en el País Vasco hemos visto una pintada que decía ¡Fernando, jódete!”. Casi al mismo tiempo, el entonces rector de la UPV, Pello Salaburu, planteó en el homenaje de la universidad vasca a los dos referentes asesinados por ETA la gran cuestión: “Quieren hacernos creer que hay dos bandos dónde sólo hay una minoría fascista»