La única medallista olímpica de Irán huye del país
El País.- Kimia Alizadeh renuncia a su bandera, se asienta en Holanda y acusa a las autoridades de utilizarla para fomentar el velo
“Soy una entre los millones de mujeres oprimidas en Irán. Durante años jugaron conmigo como quisieron (…); me vestí como me dijeron; repetí cada frase que ordenaron. Se apropiaron de mí. Mis medallas las atribuyeron al velo obligatorio”, cuenta Kimia Alizadeh al anunciar que abandona Irán, un mes después de haberse instalado en Holanda. La luchadora de taekwondo, única medallista olímpica de la historia de su país (bronce en Río 2016), ha comunicado su renuncia a la bandera a través de un post en su cuenta de Instagram en el que pide a sus seguidores que la apoyen.
La noticia llega justo cuando los iraníes atraviesan uno de los momentos más tensos y tristes de su historia contemporánea a raíz del asesinato del general Qasem Soleimani por EE UU en Irak y del derribo involuntario de un avión ucranio por parte de la Guardia Revolucionaria.
Aunque la marcha de Kimia a Europa ha desatado la polémica, hace ya años que Irán se enfrenta a la fuga de cerebros y talentos. Solo en los últimos meses, al menos otros tres deportistas de renombre internacional han salido del país. Navid Zangeneh, deportista de lucha libre olímpica (bronce en el Campeonato Mundial de Lucha Sub 23, 2018 en Bucarest) se refugió en Canadá tras haber sido detenido en las protestas de noviembre pasado por la subida del precio de gasolina. En diciembre, Alireza Firouzja, jugador de ajedrez de 16 años, fue despedido por desobedecer la norma iraní de evitar competir contra deportistas israelíes (aunque eso signifique dejarse ganar) y decidió quedarse en Francia. Similar motivo ha llevado al yudoca Said Molai a refugiarse en Alemania. Molai participará en los Juegos Olímpicos de Tokio de este verano bajo la bandera de Mongolia.
Durante el último año, los devastadores efectos de la escalada de tensión entre Teherán y Washington sobre la economía iraní han presionado sin duda a talentos y profesionales para emigrar, pero no se trata del único motivo. Las dificultades económicas se suman a las limitaciones sociales que agobian en especial a las nuevas generaciones.
Las restricciones para el acceso de las mujeres a los estadios de fútbol es solo un ejemplo del inmovilismo del sistema iraní. Si bien las autoridades tuvieron que ceder recientemente ante la exigencia de la FIFA para los partidos internacionales, las iraníes aún no tienen acceso libre a las gradas.