La violencia de género en los grandes museos
Fuente: EL País
Fecha: 09/05/2017
Visitar los grandes museos europeos, aquellos que recogen las obras que la historia del arte ha calificado como maestras, no es siempre una experiencia gratificante, independientemente de la perfección técnica, el tratamiento del color, el equilibrio en la composición, el ritmo, la luz, la atmósfera… A veces el tema, especialmente el de las escenas bíblicas o mitológicas, puede dejar sin aliento; raptos, violaciones, humillaciones y toda clase de vejaciones hacia las mujeres están ampliamente representadas en cuadros, dibujos y esculturas, y obedecen a una ideología visual en la que la situación social de la mujer queda explícitamente agraviada.
La obra de Pedro Pablo Rubens, Rapto de las hijas de Leucipo, que podemos contemplar en la Pinacoteca Antigua de Múnich, nos sitúa ante una de las escenas más violentas de todo el período barroco. En ella se desarrolla una brutal agresión. El secuestro de dos bellas jóvenes de la época, que desnudas, son atrapadas entre unos caballos encabritados por unos seres descomunales, con la evidente idea —así su título lo indica— de ser arrancadas de su entorno natural y forzadas hacia una vida desconocida. La mitología nos cuenta que ese rapto forma parte de una historia romántica, ya que incluye un pequeño cupido, pero a nadie se le escapa la desesperada resistencia de las dos mujeres y la ferocidad que desprende toda la composición.
En el Museo del Prado también podemos asistir a este tipo de escenas violentas pintadas con gran maestría por Rubens, como El rapto de Hipodamía, en este caso realizado con la colaboración de su taller. Ilustra la escena del secuestro de una de las mujeres más hermosas de su generación el día de su boda por parte del centauro Éurito. Hipodamía aparece representada semidesnuda, con el pecho al aire y los ropajes desgarrados, probablemente debido a la resistencia que opuso ante la fuerza de su secuestrador y que Ovidio lo describe de la siguiente forma en Las Metamorfosis:
«Porque a ti, el más bestial de los bestiales, Éurito, te ardía el corazón tanto por el vino como por la visión de la novia, y reinaba una embriaguez que duplicaba la lujuria”.
Al parecer Rubens se especializó en la escenificación de raptos: Rapto de Proserpina y la copia anónima de su obra Rapto de Deyarnira, todos ellos pertenecientes a las colecciones del Museo del Prado.
La escultura tampoco fue ajena al tema, una de las obras más celebradas de esta disciplina artística es El rapto de las Sabinas de Juan de Bolonia, actualmente en la Galería de la Academia de Florencia. Algunas opiniones quieren ver en el grupo escultórico el carácter romántico de un ballet, pero una mujer extremadamente levantada mientras lucha por su libertad, agitando los brazos y gritando de desesperación para poder desprenderse de su secuestrador no convence como idea de consentimiento.
El grupo escultórico fue expuesto en el exterior, concretamente en la Piazza della Signoria Loggia dei Lanzi de Florencia, donde fue agredido por unos vándalos, causándole graves daños. Pretendían colocar una botella en la mano de la secuestrada. Parece lógico pensar que el hecho de mostrar públicamente una vejación de derechos puede incitar a que esa actuación pueda ser compartida por otros que hacen alarde de los mismos principios.
«Cuando el objeto erótico es una mujer, la incitación al rapto se potencia porque también, en cierto modo, puso Dios en el mundo a la mujer para ser arrebatada, no digo que deba ser así, pero ¿qué le vamos a hacer si Dios lo ha arreglado de esa manera?», se preguntaba Ortega y Gasset en Estudios sobre el amor (Editorial Plenitud, 1957).
En la producción de Francisco de Goya encontramos otras escenas que contienen violencia explícita contra las mujeres. Entre los grabados de la serie Los Desastres de la Guerra, el aguafuerte titulado No quieren representa a una mujer aparentemente joven que se defiende del acoso de un soldado francés mientras una anciana, cuchillo en mano, trata de protegerla. Con esta obra Goya parece ser sensible a la dignidad femenina, sorprendentemente en la serie Los Caprichos, junto a la estampa Que se la llevaron, incluye un comentario manuscrito en el que culpabiliza a la mujer de la agresión: «La mujer que no sabe guardar es del primero que la pilla y cuando no tiene remedio se admiran de que se la llevaron».
Susana y los Viejos
La Historia de Susana y los Viejos es un breve texto independiente asociado al Libro de Daniel del Antiguo Testamento que ha sido ilustrado ampliamente: Rembrandt, Rubens, Artemisia Gentileschi, Lorenzo Lotto, Albrecht Altdorfer, Anthonis van Dyck, Tintoretto, Veronese, Guercino, Domenichino, Francesco Hayez, Franz von Stuck, Lovis Corinth, Bartolomeo Altomonte, Lukas Vorstermann o Johann Spillenberger plasmaron en sus lienzos el esplendor de la belleza desnuda de la joven.
Arquián y Sedequía eran dos ancianos jueces que acudían asiduamente a casa del rico Joaquín, esposo de Susana, para dirimir algunos pleitos. Un día de mucho calor Susana quiso bañarse en una de las fuentes de la casa sin percatarse de que los ancianos, que desde hacía tiempo la deseaban con pasión, se habían escondido para observarla. Trataron después de forzar su voluntad para ser sometida sexualmente, al resistirse ella, la calumniaron acusándola de adulterio. El juez Daniel demostró su inocencia y la sentencia a muerte que pendía sobre Susana acabó recayendo sobre los ancianos.
En Susana y los Viejos de Tintoretto, que se encuentra en el Museo de Historia del Arte de Viena, el pintor se esmeran en presentar a una mujer en su espacio íntimo, cosificada y expuesta para su contemplación, no sólo para los rijosos que aparecen en la escena, también para todo aquel que contemple el cuadro. Susana es una mujer voluptuosa que se acicala en su baño mientras se contempla en un espejo sólo cubierta por una completa colección de joyas. Parece demostrar con ello, la magnífica fortuna del marido, y que fueron sus encantos los que le logró conquistar. Mantiene además, para mayor incitación, las piernas semiabiertas.
Por su parte Rubens, en la obra del mismo título, expuesta en Museo de la Real Academia de San Fernando de Madrid, pone especial énfasis en mostrar la carnalidad del cuerpo de la joven que es destapado por los viejos, uno de ellos con actitud decididamente amenazante.
Muy al contrario, la versión que sobre el episodio realiza la italiana Artemisia Gentileschi, que se conserva en el Castillo de Weissenstein de Pommersfelden (Alemania) presenta a la joven Susana avergonzada, huidiza y asqueada del acoso de las dos figuras grotescas que traman sus estrategias.
En la mitología el rapto era un acto razonablemente legitimado, cuyas víctimas propiciatorias solían ser jóvenes vírgenes, o bien mujeres honestas que los pintores de todas las épocas —incluido Pablo Picasso— han representado de manera misógina para uso y disfrute no sólo de los cuerpos esteriotipados por los gustos de la época, sino también como demostración de la fuerza y la razón del género masculino frente al definido como débil. Estos hechos seguramente continuarían con una violación. Raptos, vulneración de la intimidad o calumnias pueden ser vistas en otras muchas obras maestras que componen la historia del arte con mayúsculas estetizando la violencia de género, por ello es importante que la belleza que encierran no desvíen la atención de que somos testigos también de la representación de delitos infames.