Las imágenes de la boda de una niña de nueve años indignan en Irán
El Mundo.- En la grabación se llega a oír cómo los familiares de la menor, que iba a casarse con un joven de 22 años, le insisten para que dé el «sí, quiero» y comentan jocosamente el precio de la dote
El vídeo ha desatado la indignación en Irán, un país donde los matrimonios son legales a partir de los 13 años. En él puede apreciarse cómo una niña, que mantiene contenido su pequeño y maquillado rostro, permanece sentada, junto a un hombre evidentemente mayor, entre el jolgorio de los familiares. Una escena ocurrida esta vez en la provincia humilde suroccidental de Kohgiluye y Boyer-Ahmad pero que, para descontento de una parte de la población iraní, no es anecdótica.
En esta ocasión, sin embargo, las autoridades locales han intervenido para revocar el matrimonio tras denunciarse que la niña, a la que sus parientes instan en el vídeo a dar el «sí, quiero», tenía sólo nueve años. El prometido, 22. «El contrato matrimonial entre ambos ha sido cancelado, tras una decisión judicial», ha confirmado a medios iraníes un funcionario iraní. Según añadió, el casamentero, el tutor de la menor y el clérigo que certificó la boda serán llevados ante el juez.
La decisión de las autoridades llegó mientras el vídeo causaba una ola de protestas en las redes sociales. Denuncias de «pedofilia» y «abuso de menores» cundieron entre los internautas. El debate saltó a la prensa local. El periódico de centro-reformista ‘Sazandegi’ llevó el caso a su portada, aunque con un titular desafortunado: «El fruto prohibido». Muchos denunciaron que los mismos familiares incitaran la unión matrimonial y que en la grabación, incluso, se les oyera comentar jocosamente el precio de la dote.
Según las autoridades citadas, los implicados en aquella boda podrían enfrentarse a penas que irán de los seis meses a los dos años de cárcel, por celebrar un matrimonio con una menor de 13 años. De ser mayor, no hubiera ocurrido lo mismo. Pese a que el Corán no especifica una edad mínima para casarse, la jurisprudencia de la República Islámica, basada en la ‘sharia’ o ley islámica, ha establecido que la edad apropiada para casarse es la pubertad: 13 años para las niñas y 14 para los niños, en el momento del «sí».
Bajo la legislación iraní, es obligatorio tener 18 años para sacarse el carné de conducir o manejar ciertos asuntos económicos; pero hacen falta bastantes menos para consumar un matrimonio. Según estadísticas oficiales, 36.000 niñas menores se casaron en Irán durante el pasado año. De acuerdo con datos del Registro Civil de la provincia de Kohgiluye y Boyer-Ahmad, publicados por la agencia semioficial ISNA, en 2018 hubo nueve matrimonios con niños menores de diez años y una docena con menores de 11.
Yavad Heydarian, un periodista de esa región que ha investigado el asunto, vincula este tipo de matrimonios a prácticas arraigadas entre clanes, en condiciones de pobreza y aislamiento. Se teme que esta costumbre persista. A fin de evitarlo, un grupo de parlamentarios, entre los que hay personas cercanas al campo del presidente centrista Hasan Rohani, trata de modificar la legislación desde 2016. El pasado diciembre, el Comité Parlamentario para Asuntos Judiciales y Legales tumbó su propuesta.
«Desafortunadamente, nuestro plan para prohibir el matrimonio para [niñas] menores de 13 ha sido rechazada por el comité, pese a que anteriormente [el borrador de ley] había sido aprobado [en pleno] por el Parlamento», lamentó entonces vía Twitter la parlamentaria Tayebe Siavoshi. «Los oponentes han mencionado mayormente cuestiones teológicas y la ‘sharia’ como razones y, por supuesto, arguyeron que se intentaba imitar los designios de Occidente», apostilló.
Su proyecto de ley proponía una prohibición absoluta de los matrimonios con niñas menores de 13 años, y con niños menores de 16. Además, para casarse con una niña de entre 13 y 16, y para hacerlo con un niño de entre 16 y 18, la norma propuesta exigía el consentimiento paternal y judicial. Pero la proposición naufragó en medio del debate entre facciones iraníes, en el que los rigoristas, que controlan la Judicatura, se han mantenido firmes en su interpretación de los textos religiosos.