Las islas que desmienten el mito del matriarcado
El País.- Sobre las mujeres del archipiélago Bijagós, en Guinea Bissau, uno de los más aislados de África, se dicen cosas inexactas, aseguran ellas mismas. La desigualdad de género está muy presente. Hasta ahora
Son las nueve de la noche y en la oscuridad de Bubaque todo el mundo presta atención a los comunicados de la Radio DjanDjan, cuya antena se distingue desde casi cualquier parte de en las islas Bijagós, en Guinea Bissau. Kisy, periodista y estudiante de instituto exclama desde su estudio insonorizado con paredes de caña de bambú: “¡Mujeres, tenemos que salir a defender nuestros derechos! ¡Todo lo que hacen los hombres, también podemos hacerlo las mujeres!”.
Así fue como la marcha contra la violencia de género se llenó el pasado del 25 de noviembre de mujeres cargadas con un megáfono y pancartas con mensajes en kriol y lengua bijagós. Una muestra de que en esta parte del mundo hay ganas de cambio. Una de las impulsoras fue Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista: “Aún falta mucha sensibilización”, cuenta. Desde su organización llevan a cabo actividades en las tabancas —aldeas— para hablar sobre los derechos de las mujeres y concienciar sobre temas de salud afectivo-sexual.
Siempre sonriente, esta guineana frunce el ceño cuando habla sobre la violencia machista: “Hay mucha, sufrimos mucho; pero no podemos sobrellevarlo solas, no podemos quedárnoslo dentro”. Ya el Examen Periódico Universal elaborado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2015 confirmaba la existencia aquí de una alta tasa de analfabetismo en las mujeres, la escasa capacidad de ahorro y de toma de decisiones, la falta de organismos que se ocupen de las víctimas de violencia de género y la carga desproporcionada de trabajo doméstico, que les ocupa el 80 % de su tiempo. Además, este país es uno de los peores países del mundo para ser madre.
“Muchas de las cuestiones relativas al matriarcado y a una posible poliandria fueron producto de observaciones rápidas”, analiza Xenia Domínguez Font en su estudio La silenciosidad tradicional: principio implícito y explícito de la organización socioreligiosabijagós, publicado en la revista Studia Africana. “Lo que se puede afirmar es que la filiación es matrilineal pero no existe de ningún modo un matriarcado”, analiza la autora, que expone que en esta etnia la maternidad es “el eje central de la organización social”, pero la herencia la recibe siempre en primer lugar la figura masculina.
Ivone Oliveira Sanca se echa a reír al escuchar que hay quien describe su sociedad como dominada por la población femenina. Supone que son conclusiones sacadas de observar prácticas bijagós que pueden ser distintas a las de otras culturas o etnias. Por ejemplo, aquí no se realiza ningún tipo de mutilación genital femenina, una práctica a la que han sido sometidas entre el 45% y el 50 % de las mujeres de este país de África Occidental. “Somos todas guineanas. De diferentes etnias, diferentes culturas… pero todas sufrimos violencia”, aclara.
Oliveira reconoce que “se han perdido ya muchas de las malas prácticas”, como el matrimonio precoz y forzado, que sí sigue ocurriendo en otras regiones de Guinea Bissau. “Aquí ahora cada una escoge con quién se casa. Nuestras madres no iban a la escuela y tenían que aceptar lo que se les imponía porque si no era una vergüenza y un problema para la familia”, relata esta activista, que siempre insiste en la importancia de la educación y la sensibilización.
Elizabete Da Costa, que ha escuchado toda la conversación, coincide: “A veces la cultura nos ata, pero poco a poco vamos avanzando”. Ella es formadora de género con la asociación Nantinyan y con ASAD, una ONG andaluza que desde hace años ejecuta proyectos de desarrollo en las islas. Elizabete no duda en afirmar que “la desigualdad de género en Guinea Bissau y en concreto en la región de las islas Bijagós es demasiado grande”, aunque tiene esperanza. Elizabete explica que en su casa intentan hacer un reparto equitativo de las tareas, pero no es lo común. “Las mujeres se levantan por la mañana y hacen todos los trabajos de la casa hasta que se hace de noche”, relata mientras repasa la lista de asistencia a la última formación de género de Bubaque, en la que participaron más de 50 campesinas.
“El hombre no lleva a cabo tantos trabajos y, sin embargo, los que hace están más valorados que los de la mujer. Los hombres podrían hacerlos también, pero dicen que son nuestros, entonces nosotras nos ocupamos de realizarlos aunque no tengamos tiempo”. “Hemos avanzado pero aún vamos por la mitad”, apunta Ivone, que está convenciendo a Elizabete para montar un grupo de teatro femenino. Ambas coinciden en que aún falta camino por recorrer, y cuentan que solo un par de días antes, un grupo de jóvenes agredió sexualmente de madrugada a varias mujeres en el puerto de Bubaque.
Este tipo de delitos son difíciles de contabilizar, ya que no es frecuente denunciarlas y estos temas tienden a resolverse sin pasar por la justicia oficial, más aún cuando se producen dentro del matrimonio. Sobre todo en las aldeas se toma como un secreto y se trata de resolver a través de un consejo de ancianos, que realizan una especie de mediación. “Si del lado de la víctima aceptan que puede arreglarse así, bien; si no, se acude a la policía”, asegura Ivone, que no está de acuerdo con este modelo de resolución de conflictos porque opina que otorga impunidad a los agresores. Si estos casos “se quedan en la tabanca como si fuesen un secreto, volverán a ocurrir”, critica.
Quienes a pesar de las presiones deciden acudir a la Justicia deben iniciar un periplo hasta el tribunal de Buba, porque en el archipiélago Bijagós no hay donde denunciar. En diciembre de 2018 se inauguró por todo lo alto el primer tribunal de Bubaque, pero de momento este edificio pintado de blanco, rosa y verde fosforito sigue sin estrenar. Además, existe desconfianza en las instituciones oficiales y cierto escepticismo con la aplicación de algunas de las leyes que ya están aprobadas en el país. Ivone y Elizabete celebran estas leyes, pero reiteran que son necesarios más esfuerzos para que sean efectivas, y más sensibilización. “Les decimos a los y las jóvenes que lo primero es la escuela”, repite Ivone, que recuerda que en los centros escolares también hay desigualdad: la tasa de alfabetización en jóvenes es del 50,5 % en las mujeres, frente al 70,4 % en los hombres, según la quinta encuesta de indicadores múltiples de Guinea Bissau