“Las lesbianas somos invisibles”
El País.- La matemática Marina Logares lucha por romper el tabú que rodea a las mujeres homosexuales en la ciencia
Cuenta la matemática Marina Logares que salió del armario en su trabajo el día que llegó con siete puntos de sutura en la frente. “¿Qué te ha pasado?”, le preguntó su jefe. La respuesta fue larga. Un domingo del verano de 2009, Logares había estado paseando de la mano con su entonces novia por el centro de Vigo, hasta que un desconocido empezó a gritarles en una calle oscura, solitaria y estrecha. “Ella iba con faldita y yo con vaqueros. El hombre nos dijo de todo, lo típico: que nosotras no habíamos probado suficientemente un tío y que él nos lo iba a enseñar”. Logares, que además de matemática es cinturón negro de taekwondo, sintió que aquel hombre les iba a atacar por la espalda. “Así que me di la vuelta y me enfrenté”, recuerda.
El resultado fue una pelea callejera entre Logares, que mide 1,60 metros, y un grandullón enajenado que resultó ser boxeador profesional. “Me tiró un montonazo de puños a la cara. Me defendí y los aparté”, relata la científica. “Le tiré una patada, perdí la chancla y en el momento en el que me la estaba poniendo otra vez me tiró un puño y me pilló en la frente. Siete puntos. Al final me pidió disculpas. Creo que se sorprendió de que yo no me amedrentara”, rememora ahora mostrando la cicatriz, pese a todo, con una sonrisa.
Logares, nacida en Madrid en 1976, ha sido una de las protagonistas del congreso BYMAT, organizado en el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT) de Madrid con ayuda de la Fundación BBVA para acercar a jóvenes investigadores de todo el mundo. La científica, profesora de la Universidad de Plymouth (Reino Unido), es la autora de La geometría y otras revoluciones (CSIC), un libro en el que recorre la historia de esta disciplina desde su nacimiento en el Antiguo Egipto, cuando los dueños de las tierras tuvieron que aprender a encontrar los límites de sus propiedades tras las crecidas del río Nilo. Geometría en griego significa, literalmente, “medir tierras”.
En la segunda edición de Crítica de la razón pura (1787), el filósofo prusiano Immanuel Kant sentenciaba que “una nueva luz brilló en la mente de la primera persona […] que demostró las propiedades del triángulo isósceles”. Los isósceles son triángulos que tienen iguales dos ángulos y dos lados, como sabe hoy cualquier colegial de 10 años. Pero, hace 2.300 años, cuando el griego Euclides recopiló el saber matemático de su época, nada era una obviedad. “Fue el comienzo de la abstracción, de una ciencia abstracta”, subraya Logares, recordando unas frases de la autobiografía de Bertrand Russell, el matemático que ganó el Nobel de Literatura en 1950: “Comencé a leer a Euclides cuando tenía 11 años, con mi hermano como tutor. Fue uno de los grandes acontecimientos de mi vida, tan deslumbrante como el primer amor”.
Plymouth fue el puerto en el que estuvo atracada la flota inglesa que derrotó a la Armada Invencible del rey español Felipe II en 1588. Más de cuatro siglos después, Logares investiga allí los fibrados de Higgs, un conjunto de ecuaciones conectado con la teoría de cuerdas, la idea no comprobada de que los ladrillos más elementales de la materia, como los electrones, no son objetos puntuales, sino filamentos que vibran. Antes de Plymouth, Logares se doctoró en la Universidad Autónoma de Madrid en 2006 y pasó por el Instituto Max Planck de Matemáticas en Bonn (Alemania), por el ICMAT en Madrid y por la Universidad de Oxford (Reino Unido).
En la Universidad de Plymouth, Logares también es codirectora del grupo LGTB+, dedicado a intentar evitar que nadie en el campus sea discriminado por su orientación sexual. «Las lesbianas somos invisibles. Sigue siendo un tema tabú en muchos aspectos”, lamenta. Por ejemplo, detalla, la India es una potencia en el estudio de los fibrados de Higgs y ella viaja allí a menudo para asistir a congresos o para reunirse con sus colaboradores indios. La primera vez que visitó el Instituto Tata de Investigación Fundamental, en Bombay, fue en 2008, cuando en la India todavía regía una ley de 1861 que castigaba las relaciones sexuales «antinaturales» con penas de entre 10 años de cárcel y cadena perpetua.
“¿Para qué ir allí con mi novia? ¿Para pasar el rato con miedo y sentirnos menos?”, se pregunta. “Allí tendríamos que haber disimulado. Si juntas las camas de la habitación, ¿cómo lo explicas? Es humillante”. El Tribunal Supremo despenalizó la homosexualidad en septiembre de 2018.
El pasado 19 de marzo, la estadounidense Karen Uhlenbeck, de 76 años, se convirtió en la primera mujer que ganaba el Premio Abel, dotado con unos 600.000 euros y considerado el Nobel de las matemáticas. Dos meses antes, Logares estuvo comiendo con ella tras un congreso en Austin (Texas). “Es absolutamente genial”, señala. En La geometría y otras revoluciones, la madrileña recuerda tiempos mucho más duros para las mujeres, como los que vivió la matemática alemana Emmy Noether (1882-1935), “la primera en abordar los problemas físicos de forma abstracta”.
Noether fue la segunda mujer que se doctoró en una universidad alemana. Su talento era tal que atrajo la atención de David Hilbert, uno de los matemáticos más importantes de la historia, que la invitó a la Universidad de Gotinga en 1915 para desarrollar la reciente teoría de la relatividad de Albert Einstein. El claustro de la facultad alemana se opuso y Hilbert, según recuerda Logares, dejó una frase para la historia: “No veo que el sexo de la candidata sea un argumento contra su admisión como profesora. Después de todo, somos una universidad, no una casa de baños”.
Más de un siglo después, la batalla continúa. En el ICMAT, por ejemplo, solo el 12% de los investigadores son mujeres. “Y yo soy la única matemática pura en mi departamento”, explica la profesora de la Universidad de Plymouth. A su juicio, faltan referentes femeninos en matemáticas, alguna figura equivalente a la de Coral Bistuer, la deportista española que en 1987 ganó un campeonato mundial de taekwondo e hizo que muchas niñas, como Logares, se pusieran un traje de artes marciales. “Coral Bistuer hizo un trabajo fantástico, porque de repente era famosa, era fantástica, era una competidora impresionante”.
A Logares, además, le gustaría ver a más mujeres abiertamente lesbianas en la vida pública. “A ser lesbiana tienes que aprender sola, porque no tienes modelos. Mi modelo son los tíos. ¿Quién sale con las chicas en las películas? El tiazo. Pero yo no soy un tiazo. ¿Qué hago? ¿Cómo me la ligo?”, plantea. La matemática recuerda un capítulo del show de Ellen DeGeneres, una de las presentadoras de televisión más famosas de Estados Unidos. “Ella consigue el número de teléfono de una chica y está con unos amigos en plan: ‘¿Qué hago? ¿La llamo o no la llamo?’. Y, entonces, su mejor amiga le dice: ‘No sé, yo siempre he pensado que la chica no tiene que llamar primero”.