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Las protectoras de animales de Madrid están al borde del colapso

ABC.- Los procesos de acogida están paralizados pero continúan los rescates

Un pato picotea las piernas de los visitantes, a modo de bienvenida, en el santuario de la Asociación para la Liberación y el Bienestar Animal (ALBA). El ave comparte hogar con otros de su clase, pero también con una burra, varias cabras y ovejas, y alrededor de 120 perros y gatos. «Esos tres cerdos vietnamitas los rescatamos esta semana», cuenta Andrea, una de los tres empleados que cuidan, sus rostros cubiertos con mascarilla, de esta pequeña arca de Noé, junto a Alcalá de Henares. El coronavirus no ha paralizado el trabajo de las protectoras de animales.

Nunca son tiempos fáciles para este tipo de asociaciones; hoy en día, aún menos. Desde que se decretara el estado de alarma, los procesos de acogida están bloqueados y, sin embargo, los centros siguen recibiendo animales. Aunque es cierto que en menor número. «No quiere decir que no haya, la gente no sale a la calle y no los está viendo», explica, en conversación telefónica con ABC, la presidenta de la Federación de Asociaciones Protectoras y de Defensa Animal (FAPAM), Mati Cubillo. También preside Justicia Animal —una de las 16 entidades de FAPAM—, que regenta desde hace catorce años el Centro Integral de Acogida de Animales (CIAAM) de la Comunidad de Madrid. Este recinto, uno de los más grandes de la región, rescata animales de pequeños municipios y tiene capacidad para alojar a 350 perros y gatos. «Estamos al límite», asegura Cubillo.

 La saturación de estos centros en Madrid, donde el sacrificio está prohibido, no parece andar lejos y las protectoras aguantan a duras penas. «Nuestro trabajo está yendo más allá, estamos acogiendo animales de particulares», puntualiza la presidenta de ALBA, Carolina Corral. A los animales también les afecta el Covid-19: sus dueños caen enfermos y tienen que ser ingresados; en el peor de los casos, fallecen. En los últimos días, Corral se ha hecho cargo de dos galgos, después de que su propietario muriera a manos del coronavirus. También de otro perro, que deambulaba por las calles de la capital tras haberse escapado cuando los servicios sanitarios acudieron al domicilio para trasladar a su dueña al hospital. «Recibimos llamadas desesperadas de particulares que los tienen que ingresar y no tienen con quién dejar a sus animales. Son situaciones muy difíciles», lamenta Corral.

Más allá de estos casos, las protectoras también dan cobijo a muchos acompañantes de los «sintecho» que han cambiado la intemperie por el albergue temporal de Ifema. Ocurre lo mismo con los animales de las víctimas de violencia género que han sido apartadas de sus maltratadores.

 Después del confinamiento

«Se está llegando a una situación de saturación», coincide Sergio García, al frente de la Dirección General de los Derechos de los Animales, dependiente del Ministerio de Asuntos Sociales y Agenda 2030. «Muchísimos centros no pueden acoger animales nuevos», señala. Y prevé que el escenario se complique una vez acabe el confinamiento: «Se va a volver al índice de abandono anterior». Por ello, ya están maquinando implantar una línea de ayudas, a través de las comunidades autónomas, para apoyar a las protectoras y asociaciones de animales.

Mientras tanto, los centros siguen cuidando de sus huéspedes, con menos recursos y menos manos. «Hay socios que se están borrando porque se han quedado sin trabajo», dice Corral. «Estamos desbordados», añade. Ella trabaja sin descanso, ya que ha preferido que sus trabajadores no realicen ningún traslado. A las puertas de su santuario, Héctor, un voluntario de otra protectora cercana, El jardín de Mía, aguarda a que le entreguen tres gatos, ya esterilizados, que devolverá a sus colonias. «Faltan voluntarios, hay muchos que tienen paranoia al virus», asevera.

Con la vista puesta en la desescalada, las protectoras reclaman que, cuanto antes, se reactiven las acogidas para descongestionar sus centros.

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