‘Los árboles de la paz’: una historia de supervivencia en el genocidio de Ruanda
Newtral: En abril de 1994 la historia de África quedó marcada por uno de los conflictos más sangrientos de las últimas décadas: el genocidio de Ruanda. Durante tres meses, las dos etnias predominantes del país, hutus y tutsis, se enfrentaron sin que las potencias internacionales hicieran nada por impedirlo. En apenas 100 días murieron aproximadamente un millón de personas, entre tutsis y hutus moderados que no apoyaron la matanza. Varias películas narran desde diferentes puntos de vista aquellos días y ahora llega a Netflix Los árboles de la paz -que esta semana se ha colado en el ‘Top 10’ de la plataforma-, un filme dirigido por Allana Brown que narra la experiencia a través de los ojos de las mujeres ruandesas que sobrevivieron al genocidio.
Los árboles de la paz no narra un hecho real
Pese a que la película de Allana Brown sí está basada en hechos reales, no narra un acontecimiento concreto que sucediera tal y como se muestra en Los árboles de la paz. La directora ha remarcado en diversas entrevistas que su historia mezcla y se nutre de las narraciones de varias mujeres supervivientes del genocidio a las que entrevistó entre 2008 y 2010, y que tuvieron que esconderse durante meses, muchas veces sin agua, sin comida y en espacios reducidos.
La historia de Los árboles de la paz se parece, especialmente, a la de Immaculée Ilibagiza, que pasó 91 días escondida en un baño para salvarse la vida. Ella misma narró su vivencia en el libro Sobrevivir para contarlo.
En una entrevista con SBIFF, Brown resaltó que decidió situar la historia en una alacena porque había leído historias de mujeres que se escondieron en esa parte de sus casas, pero también porque estaba rodando con un “presupuesto muy bajo”.
Así, las cuatro mujeres que aparecen en el filme -dos tutsis, una hutu moderada y una voluntaria estadounidense- son personajes ficticios creados para “representar los diversos orígenes” de las mujeres afectadas por el genocidio de 1994, según relató la directora en la entrevista.
“Talar los árboles altos” y el Hotel Milles Collines: pinceladas reales
Pese a que el hilo conductor de la película no es un hecho real, sí hay dos elementos que se repiten varias veces a lo largo del filme y que ocurrieron tal y como se cuentan en el largometraje.
Uno de ellos es la frase “talar los árboles altos”, que se escucha en numerosas ocasiones durante la película, la primera vez durante una retransmisión por radio al inicio de la misma. Esta fue la consigna con la que los hutus lideraron el genocidio contra los tutsis y que se promulgó, sobre todo, desde la emisora de radio RTML.
Esta consigna se recuperó en la película Hotel Ruanda, nominada a tres Óscar y dirigida por Terry George, que cuenta la gesta del director del hotel de cinco estrellas Milles Collines, Paul Rusesabagina, que salvó a más de 1.000 tutsis y hutus moderados escondiéndolos en su establecimiento. Para recuperar la cita, Terry George se basó en testimonios de testigos, ya que no se conservan grabaciones de la misma, como contó a Le Monde.
Dicho hotel, de hecho, es el que aparece nombrado en Los árboles de la paz cuando el marido de una de las cuatro protagonistas les indica que es el único lugar seguro de la capital.
En 2021, Rusesabagina fue detenido por orden del presidente ruandés, que le acusa de terrorismo.
Genocidio de Ruanda: el contexto
Las tensiones entre ambas etnias llevaban décadas gestándose, desde que en 1930, cuando el país estaba bajo dominio colonial de Bélgica, los censos de Ruanda empezaran a incluir una clasificación étnica que distinguía a los ruandeses entre hutus (grupo más numeroso, tradicionalmente dedicado a la agricultura y considerado inferior) y tutsis (grupo menos numeroso que se dedicaba sobre todo a la ganadería y que era visto como superior).
Con las primeras elecciones tras la independencia de Ruanda en 1962, los hutus se hicieron con el poder al lograr más del 75% de los votos e instauraron una república, obligando a los miembros de la Casa Real (tutsis) a exiliarse. El país pasó entonces de una monarquía de la minoría tutsi a una república de la mayoría hutu. Los conflictos entre ambas etnias se fueron intensificando con los años, sobre todo con la aparición del Frente Patriótico Ruandés (FPR), una milicia protutsi dirigida por Paul Kagame, actual presidente de Ruanda.
En 1993 se firmaron los Acuerdos de Arusha, donde las élites hutu y tutsi se comprometieron a repartir el poder del país entre las dos etnias. Esta imagen de entendimiento facilitó, incluso, que Ruanda entrase a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU como miembro no permanente en 1994.
Pero en abril de ese año, el avión en el que viajaba el presidente de Ruanda, de etnia hutu, fue derribado, matando a sus tripulantes. A día de hoy todavía no está claro si la orden fue dada por el ala más dura de los hutus, que se negaba a ceder poder a los tutsis, o por el FPR (en 2006 un juez francés apoyó esta teoría).
El genocidio se inició el día siguiente ante la mirada de los actores internacionales sobre el terreno. Bélgica abandonó Ruanda pocos días después y la UNAMIR, la fuerza creada por la ONU en Ruanda para asegurar la implantación de los Acuerdos de Arusha, pasó de 2.500 efectivos antes de abril de 1994 a 270 tras el inicio del conflicto. Según datos de Acnur, se estima que aproximadamente un millón de personas fueron asesinadas en los tres meses que duró el enfrentamiento.