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Los horrores de Dachau

la Vanguardia.- Soldados estadounidenses liberan el campo de concentración de Dachau, el primero establecido por el Tercer Reich, en las afueras de Munich. Por él pasaron unos 200.000 prisioneros procedentes de toda Europa. 31.951 perdieron allí la vida

La liberación del campo de concentración nazi de Dachau fue uno de los acontecimientos que más vivamente se impresionaron en la retina de la opinión pública inter­nacional al final de la Segunda Guerra Mundial. Al permitir entrar a once corresponsales de guerra, su espeluznante relato llegó a todos los rincones del mundo. La Vanguardia estuvo presente con los ojos y la pluma de Carlos Sentís, quien escribió una memorable crónica, hoy citada en multitud de libros. En una de sus primeras frases ya confesaba su impotencia ante tanto horror: “Dante no vio nada y por eso pudo escribir sus patéticas páginas del Infierno. Yo sí he visto Dachau y por eso quizá no sepa escribirlo”. Los periodistas, que fueron desinfectados, ni siquiera pudieron dar la mano a los detenidos, “por razones sanitarias”.

La máxima “Arbeit macht frei’” (“el trabajo te hace libre”) aparecía forjada en la puerta del primer campo de concentración establecido por el Tercer Reich, Dachau. Ni mucho menos resultaba premonitoria para los que entraban en él. Inaugurado el 22 de marzo de 1933, menos de dos meses después de que Adolf Hitler se convirtiera en canciller, se construyó en lo que había sido una fábrica de municiones durante la Primera Guerra Mundial, en las afueras de la ciudad de Dachau, a dieciséis kilómetros al norte de Munich. Por él pasaron unos 200.000 prisioneros procedentes de toda Europa.

Doce años después, el 29 de abril de 1945, pocos días antes de que Alemania firmara la capitulación, el campo es liberado por la 42 División de Infantería del ejército estadounidense. Esta se topa con un espectáculo aterrador: alrededor de 7.400 cadáveres, la mayoría inidentificables, y 31.951.000 reclusos, cifra oficial, aunque nunca podrá saberse el número exacto, hacinados en un lugar que tenía capacidad para solo 6.800 internos.

 Al fin del conflicto, en paralelo a los juicios de Nuremberg, en octubre de 1946, veintitrés profesionales debieron de­clarar ante una corte norteamericana en Núremberg (no fue una corte internacional como la que juzgó a los jerarcas nazis, sino que estaba conformada so­lamente por jueces norteamericanos). Al juicio se lo llamó ‘USA versus Brandt’, aunque fue más conocido como ‘El juicio a los doctores’. Treinta fueron condenados a pena de muerte, entre ellos el doctor Klaus Karl Schilling, tristemente famoso por utilizar seres humanos en sus experimentos sobre el paludismo.

El periodista Carlos Sentís, colaborador de La Vanguardia durante 70 años , envió, desde Londres, en los primeros días de mayo de 1945 una crónica memorable: Los horrores del campo de concentración de Dachau’. En ella relataba su visita, acompañado de una decena de periodistas, al campo de exterminio alemán recién liberado por las fuerzas estadounidenses.

El histórico texto de Sentís es también el hilo conductor de una serie de tres artículos de Plàcid Garcia-Planas, que luego pasarían a formar parte de su libro La revancha del reportero (Diëresis, 2007):

11.12.2006 Liberación de Dachau. En busca de las palabras

12.12.2006 Dios y la carcajada

13.12.2006 Turismo en el campo del dolor

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