Los niños de Tíbet no pueden aprender su lengua materna
El País.- China impone el aprendizaje del chino y obstaculiza el tibetano. Con la reciente obligatoriedad de escolarizar a los menores desde los tres años, los impedimentos comienzan ya desde la guardería
«No te enviaré al jardín de infancia municipal; no porque no vea el valor de la educación preescolar, sino porque no me siento cómodo con un director diciendo a una clase que un niño que habla tibetano no es un buen niño». Esta es una de las frases del poema que un padre tibetano firmó bajo el seudónimo Do-lho Drengbul en agosto de 2017. Sus versos explican por qué no quiere matricular a su pequeño en la guardería y fue compartido por la app Wechat entre otros progenitores de su etnia; todos observaban con preocupación cómo cada vez se hacía más complicado que sus hijos conocieran la cultura tibetana en la escuela. La queja se ha traducido y difundido ahora en los apéndices de una investigación de la organización Human Rights Watch (HRW) que denuncia cómo las nuevas políticas educativas de China están reduciendo las posibilidades de los niños tibetanos de aprender su lengua materna.
No es una práctica nueva: desde los años sesenta, el Gobierno de Pekín ha ido desplazando gradualmente las lenguas minoritarias en la enseñanza, y hoy en día el chino es el idioma en el que se imparten todas las materias. En la Región Autónoma de Tibet, se imparte tibetano en una única clase donde se enseña el idioma. Pero la situación empeora desde que el Gobierno instauró la obligatoriedad de que los niños hayan cursado al menos tres años de educación infantil para poder continuar con la primaria. «Antes, los menores aprendían la lengua materna en centros privados regidos por tibetanos o en centros religiosos donde les enseñaban monjes antes de empezar la educación reglada. Pero esta nueva norma, unida a la censura y clausura de esas escuelas, ha obligado a los padres a matricular a sus hijos en los jardines de infancia donde el idioma de enseñanza, y el marco cultural, es el chino», resume Elin Martínez, investigadora sénior en materia de educación de Human Rights Watch (HRW).
No es una práctica nueva: desde los años sesenta, el Gobierno de Pekín ha ido desplazando gradualmente las lenguas minoritarias en la enseñanza, y hoy en día el chino es el idioma en el que se imparten todas las materias. En la Región Autónoma de Tibet, se imparte tibetano en una única clase donde se enseña el idioma. Pero la situación empeora desde que el Gobierno instauró la obligatoriedad de que los niños hayan cursado al menos tres años de educación infantil para poder continuar con la primaria. «Antes, los menores aprendían la lengua materna en centros privados regidos por tibetanos o en centros religiosos donde les enseñaban monjes antes de empezar la educación reglada. Pero esta nueva norma, unida a la censura y clausura de esas escuelas, ha obligado a los padres a matricular a sus hijos en los jardines de infancia donde el idioma de enseñanza, y el marco cultural, es el chino», resume Elin Martínez, investigadora sénior en materia de educación de Human Rights Watch (HRW).
Hasta hace unos años, la implantación del chino se daba más en las zonas urbanas, mientras que en las rurales se conservaban más escuelas que enseñaban en tibetano. Pero durante la investigación de HRW, que ha durado cuatro años, se realizaron entrevistas con padres de seis municipios diferentes del norte de la región cuyos vástagos acudían a escuelas rurales y se descubrió algo: estos aseguraron que se había introducido un sistema de enseñanza en chino en las clases desde el mes de en marzo anterior sin un anuncio previo del Gobierno.
Hasta hace unos años, la implantación del chino se daba más en las zonas urbanas, mientras que en las rurales se conservaban más escuelas que enseñaban en tibetano. Pero durante la investigación de HRW, que ha durado cuatro años, se realizaron entrevistas con padres de seis municipios diferentes del norte de la región cuyos vástagos acudían a escuelas rurales y se descubrió algo: estos aseguraron que se había introducido un sistema de enseñanza en chino en las clases desde el mes de en marzo anterior sin un anuncio previo del Gobierno.
Otras medidas son fomentar la creación de clases mixtas con alumnos que no hablan tibetano y apoyar los internados para chicos de zonas rurales. Esto no deja de ser una ventaja porque así los alumnos de las zonas más alejadas tienen la oportunidad de seguir estudiando y no se ven obligados a recorrer largas distancias a diario, hasta la ciudad, pero les hace perder contacto con su familia, sus raíces… y su idioma nativo.
«Los mayores lo hablan. Hay bastante gente joven que quizá lo habla un poco con los abuelos, pero no lo escriben ni lo leen. Juegan en chino, leen en chino, ven la televisión en chino… China lo está consiguiendo», lamenta en conversación telefónica Thubten Wangchen, lama activista tibetano, parlamentario en el exilio y fundador de la Casa del Tíbet en Barcelona. El monje estima que alrededor de un 40% de los adolescentes de su etnia no habla correctamente su lengua materna, aunque no tiene datos para corroborarlo.
Adoctrinamiento desde la primera infancia
El problema en las escuelas tibetanas no queda solo en la elección del idioma, sino en que se obliga a los escolares a consumir ideologías políticas e ideas contrarias a las de sus padres y su comunidad. «Se está enseñando a los niños mensajes muy claros de adoctrinamiento, patriotismo y unidad nacional, les inculcan que todos ellos son chinos desde los tres años. El sistema educativo se centra en crear grandes soldados del partido», alerta Martínez.
La investigadora resume una de las razones más importantes por las que se debe permitir y fomentar que los menores tibetanos conozcan su idioma. «Todos los estudios muestran que los niños aprenden mejor y dominan más lenguas cuando se les empieza a enseñar en su lengua materna», alega.
Un informe de Fernand de Varennes, relator especial de la ONU sobre asuntos de minorías, hecho público este miércoles resalta que un uso apropiado de las lenguas minoritarias en la educación puede aumentar la inclusión, la comunicación y la confianza entre los miembros de las minorías y las autoridades estatales. «Es más rentable a largo plazo, reduce las tasas de deserción, conduce a resultados académicos notablemente mejores, particularmente para las niñas, mejora los niveles de alfabetización y fluidez tanto en la lengua materna como en el idioma oficial o mayoritario y conduce a una mayor participación de la familia y la comunidad», explica el relator.
Engullir a las minorías
«Quieren engullir las minorías y unificar todo el país», denuncia HRW en su investigación. Se trata de una reclamación antigua que ha costado muy cara cuando ha salido de labios de un ciudadano de Tíbet. Fue el caso de Tashi Wangchuk, un activista y comerciante que está cumpliendo una pena de cinco años de prisión por «incitación al separatismo». Su delito fue reclamar el derecho de los niños de su comunidad a dar clase en tibetano en una entrevista concedida al periódico The New York Times en 2016. En su informe, HRW comparte también otras noticias acerca de centros educativos que priorizaban la enseñanza en tibetano y fueron cerrados.
«El Gobierno chino quiere aniquilar nuestra lengua entre los niños porque ellos son el futuro del Tíbet», sentencia Wangchen. «El idioma es lo que representa nuestra identidad como nación, tenemos una historia milenaria, pero China piensa que si lo conservamos no seremos parte de ellos. Las familias están educando a los niños a escondidas».
Y, paradójicamente, es fuera de Tíbet donde el idioma goza de mejor salud. Se estima que existen unos 150.000 tibetanos en el exilio y unos 1.700 centros budistas por todo el mundo donde se enseña. «Es difícil que desaparezca porque somos muchos; solo en India hay 150.000 tibetanos refugiados. Aquí mismo, en Barcelona, damos clases los fines de semana a hijos de parejas tibetanas o mixtas (hispano tibetanas) y entre semana, a unos 10 o 15 españoles adultos», enumera el lama Wangchen. «En las universidades de muchos países del mundo también se imparte. Dentro de Tíbet hay mucho control, pero fuera estamos trabajando duro para preservar nuestra lengua».