Los ‘no’ que cambiaron la historia de la mujer
La Vanguardia.- Denunciar la injusticia es el primer paso para erradicarla, y las mujeres que han hecho historia en la lucha por sus derechos son un reflejo de ello
Rosa Parks dijo “no” y cambió la historia de EE.UU. La amenazaron con arrestarla si no se levantaba del asiento del bus donde estaba sentada, reservado para blancos. Y este solo acto en Montgomery, Alabama, el 1 de enero de 1955, dio el pistoletazo de salida a uno de los mayores movimientos por los derechos civiles de la historia, aunque no fuera el primero ni el último.
Viviendo en una Alabama rural donde las redadas nocturnas del Ku Klux Klan eran el pan de cada día, Rosa Louise McCauley, su apellido de soltera, solía quedarse las noches despierta junto a su abuelo, de guardia en casa con una escopeta en las manos. Creció en los EE.UU. gobernados por las restrictivas leyes Jim Crow. Aún más en los estados del sur. Un país en el que bajo el lema “separados pero iguales”, las comunidades no blancas eran sometidas y apartadas de espacios públicos como las escuelas, transportes públicos y restaurantes.
Y es que sus primeros años de activismo los dedicó a proteger a las mujeres negras, doblemente discriminadas de los abusos y las violaciones en un momento en que las protestas por violencia sexual estaban completamente silenciadas. Parks también recogió los testigos de mujeres y niñas que habían sido violadas en sus puestos de trabajo, en la calle y otros espacios públicos. “Este tipo de activismo era difícil, peligroso y poco común”, explica Theoharis. Ayer como hoy.
Porque ella, de adolescente, también sufrió un intento de violación por parte de un hombre blanco. Un hecho que marcó su vida y cuyo testimonio la convierte en una pionera. A pesar de lo habitual que eran las agresiones sexuales, hay pocos testimonios en primera persona como el que dejó Parks.
La igualdad entre americanos daría un paso decisivo más en 1968, tras el shock del asesinato de Martin Luther King y la promulgación de la Ley de Derechos Civiles, firmada por el presidente demócrata Lyndon B. Johnson. Pero a lo largo de su vida, Parks se encontró prácticamente sola en la primera línea de batalla. No sólo como activista, sino como mujer perteneciente a una comunidad no blanca. De este modo, describió que vivir en EE.UU. como mujer negra para ella había supuesto un “logro autobiográfico mayor”.
La de Parks, sin embargo, no es una historia única. Las mujeres que por primera vez se han abierto camino a través de una sociedad desigual para reclamar su espacio no lo han hecho, nunca, sin contar con una dura oposición. Sirimavo Bandaranaike, la primera mujer del mundo elegida como primera ministra, en Sri Lanka, es un ejemplo claro de ello. En una entrevista de la periodista italiana Oriana Fallaci contó cómo, en un mundo de hombres, era cuestionada permanentemente. “Mi mayor defecto o, si lo prefiere, mi mayor virtud ha sido siempre decir lo que pienso, con una franqueza que se califica a veces de mala educación”, admitió. Los ‘no’ fueron más que habituales.
Plantarse contra lo establecido y dar su opinión tampoco le fue fácil a Gabrielle Bonheur Chanel, más conocida como Coco Chanel. Antes de ganar prestigio como modista, tuvo que enfrentarse a numerosas críticas y acusaciones por lo que se consideraba vestir ‘como un hombre’. Pero Chanel decidió seguir adelante, y diseñó piezas de ropa que priorizaban la comodidad y ofrecían una mayor libertad para las mujeres.
“En mi juventud, las mujeres no parecían humanas. Sus ropas eran contra natura. Yo les devolví su libertad”, declaró en una entrevista cuando ya contaba con el reconocimiento público que antes se le había negado.
Plantarse frente a la norma con palabras siempre ha sido difícil; hacerlo utilizando la violencia lo ha sido aún más. Encarcelada hasta siete veces, la líder del movimiento sufragista Emmeline Pankhurst consiguió que el sufragio femenino llegara al Reino Unido en 1918, tras muchos ‘no’ y a través de la acción directa y la desobediencia civil (aunque no sería hasta diez años más tarde que sería paritario, también, en la edad de votar). Antes, y tras más de 50 años de intentos fallidos para aprobarlo, en 1903 Pankhurst fundaba la Unión Política y Social de Mujeres (WSPU en inglés) bajo el lema de “Hechos, no palabras”. Un paso adelante, peligroso, para una reivindicación que desde entonces se extendería de forma cada vez más generalizada.
Como ellas, muchas otras mujeres han sido juzgadas o censuradas a lo largo de la historia por defender sus derechos como mujeres. Pero fueron también ellas quienes finalmente dibujaron cómo sería el presente, a pesar de no siempre recibir el reconocimiento merecido, o incluso quedando parte de su historia en el olvido.