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Mamá, papá, tengo algo que deciros: soy tran

FuenteE. El Mundo
Fecha: 27/02/2017

Ariel tenía tres años cuando pidió a su familia que le llevase al médico. Que alguien tenía que cortarle la pilila porque las chicas no tenían de eso. Que, por favor, le pusiesen vagina. De una vez por todas.

A esa misma edad, Daniela cogió papel y lápiz y se trazó a sí misma. Se quejaba de que no había en el salón ninguna foto suya. Por eso, exigió a su madre que colgase aquel dibujo de ella en la pared. A la misma altura de las imágenes en las que aparecía una chica en chándal a la que todo el mundo llamaba Dani.

Eli acababa de soplar dos velas cuando empezó a verbalizar:

-Máma, ¿estoy guapa?

-¡No!, estás guapo.

«Al principio pensé que era gay. Con tres años, se escondía la pilila. Entonces, empecé a sospechar. ¿Y si Eli era, en realidad, una niña trans?«, recuerda a ZEN Violeta Herrero, mamá de Eli y vicepresidenta del COGAM. «Busqué información. En internet, en la televisión. Nada», detalla. Después, visitó al psiquiatra. «Los niños tienen que hacer cosas de niños y las niñas, de niñas», le reprochó el profesional. Al salir de la consulta, a Violeta le acechó la culpa. Estaba dejando que Eli se recrease en un rol que, según le habían dicho los expertos, no era el suyo. «Cogí y le corté la melena«, lamenta ahora.

Mamá, sabes que las niñas también llevan el pelo corto, ¿verdad?

«Me sentí fatal. Primero, por haberle dejado ir con el cabello largo. Luego, por habérselo cortado», detalla Herrero. Y añade: «La culpabilidad y el miedo son, quizás, los sentimientos más comunes entre los progenitores de hijos trans. Como padre, continuamente te preguntas si lo estás haciendo bien. ¿Y si luego no es? ¿Y si le estoy dando demasiada libertad? ¿Y si porque soy un irresponsable se están metiendo con él?».

Ante la duda de los mayores, el sociólogo Lucas Platero escribe en Transexualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos: «Una persona trans es alguien que no se siente identificada con el género que se le ha asignado al nacer«. A menudo, la identidad surge a la par que los niños empiezan a hablar, que comienzan a entender y nombrar el mundo. Por eso, según este autor, «lo importante es apoyar a los menores en el presente, con sus necesidades actuales. Intentar no pensar en el futuro«.

Así, en aras de reforzar su individualidad, un pequeño trans va a jugar al fútbol y una pequeña vestirá a sus Barbies. Pero, ojo, «muchas veces, gestos como estos o que un chico se disfrace de princesa no quieren decir absolutamente nada», señala Leo Mulio, psicólogo de la Fundación Daniela, organización dedicada a la atención a menores transexuales. Para él, escuchar es la mejor forma de averiguar si un menor es realmente trans. «Normalmente, si percibe una buena predisposición familiar, el menor se va a expresar libremente, con naturalidad», asegura este profesional. «Se debe prestar atención al lenguaje«.

EL TRÁNSITO

Llegó un punto en el que cuando a Eli le preguntaban por su nombre ya no contestaba. Tampoco respondía cuando otros cuestionaban qué era. «Esta es mi hermana, que parece un chico pero le gustan las cosas de chicas» -Violeta la vestía con ropa unisex-.Tuvieron que pasar seis años hasta que decidieron que Eli estaba lista. Violeta comenzó a vestir a su hija con ropa femenina y habló con el colegio, con profesores, alumnos y padres: Eli pasaría a ser una chica en todas sus facetas. Se acabó eso de reservar la verdadera identidad para cuando estaba en casa.

«Un niño no puede iniciar sólo todo esto. El tránsito hacia la persona que quiere ser necesita la colaboración de adultos», indica Mulio: «Ya no se trata sólo de hablar con la escuela y el entorno del menor. La transición engloba cuestiones médicas -bloqueadores y hormonas- y burocráticas -cambio de DNI-«, asevera el psicólogo: «La compresión de los progenitores es uno de los factores más importantes«.

«A cierta edad, se empiezan a apreciar las diferencias entre los sexos masculino y femenino. Eso a mi niño le agobió muchísimo. Se veía en un limbo», asegura en el documental Mi reflejo Mónica, mamá de Leo, un chico trans: «Una vez que hicimos la transición, se sintió liberado. Se quitó un peso enorme de encima«. Isidro García, también de la Fundación Daniela, matiza: «Ellos no transitan. Transita la sociedad, la familia, el entorno. Los pequeños saben perfectamente quiénes son».

Desde el nacimiento, los padres proyectan ciertas expectativas sobre el bebé. Posiblemente, una familia de médicos aspirará a que su hijo estudie Medicina y un matrimonio con diez hijos querrá tener 20 nietos. Lo mismo ocurre con el sexo. «El género parece una tontería pero no lo es. Lo tenemos muy interiorizado. Nos condiciona y, de algún modo, define nuestro destino«, reitera Mulio.

En su libro, el sociólogo Platero recoge este testimonio de una madre andaluza: «Tuve que asumir que mi hijo era un niño, que no iba a volver a ser una niña. (…) Me harté de llorar. Me tiré meses que cada vez que recordaba y pensaba en mi niña yo lloraba. Mira que era la misma personita. (…) Realmente, la niña nunca ha estado. (…) Pero yo he estado seis años viviendo con mi hijo como si fuera una niña. Para mí ha sido perder a mi hija». Estas declaraciones hacen referencia a lo que los expertos denominan periodo de duelo. Un proceso común entre progenitores de menores trans y que se describe, según García, como «una deconstrucción de todo lo que se ha pensado«.

Cuando a Carla Antonelli, reconocida activista LGTBI y actual diputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE, se le pregunta por las personas transgénero del pasado, habla de una generación perdida, de gente que ha fallecido en los submundos. «Venimos de la persecución, del desprecio,del ostracismo, de un país donde las leyes nos encarcelaban», lamenta la que fue primera mujer transexual diputada autonómica de España: «Hoy, buena parte de la sociedad empieza a comprender lo que hace 10 años era imposible«.

En esta dirección de futuro, desde el pasado mes de julio, la Comunidad de Madrid obliga por ley a educar sobre la diversidad sexual en las aulas. «Elaboramos una serie de medidas basadas en un protocolo ‘antibullying’. Los centros están obligados a dar tutorías LGTBI y los profesionales educativos y sanitarios han de recibir formación«, explica Antonelli. Además, los menores trans tendrán derecho a utilizar baños o uniformes propios de su género -que no sexo- y todos los colegios deben acoger en sus bibliotecas libros LGTBI.

La plena integración social, una reforma legislativa que permita a los menores obtener la documentación adecuada, la atención sanitaria con derecho a cirugía, una ley integral nacional o la completa despatologización de la enfermedad son aspectos que han de mejorar. Para alcanzar la tolerancia aún hay que andar. «¿Tolerancia, dices?», espeta Antonelli: «No. Yo no quiero que me toleren. Yo quiero que me respeten. Tolerar es permitir y no necesitamos el permiso de nadie«. Y sentencia: «Basta de vivir de rodillas, pidiendo dádivas. Estamos aquí de pleno derecho. Como los que más».

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