Más de 160 millones de niños sufren explotación infantil, un horror agravado por la pandemia y las guerras
Público.- Bassiru tenía 10 años cuando un equipo de Unicef lo encontró cargando ladrillos de cinco kilos en una aldea de Níger, uno de los países más pobres de la Tierra. Una suerte parecida le tocó a Ibrahim, de 13 años y nacido en Alepo, Siria. De ahí su condena y de ahí que sea uno de los 160 millones de niños que sufren explotación infantil en contextos de miseria, guerra y hambre.
De todos ellos habla este 16 de abril, Día Internacional contra la Esclavitud Infantil. Sus historias transcurren los 365 días del año en distintas partes del planeta, con especial incidencia y crudeza en territorios como el África subsahariana.
«El trabajo infantil y la explotación está creciendo: a día de hoy, 160 millones de niñas y niños se ven empujados a trabajar en fábricas, campos de algodón, venta ambulante… Además, son cada vez más pequeños: la mitad tiene entre cinco y 11 años», explica Rocío Vicente, especialista de derechos de la infancia en Unicef España.
De acuerdo a las cifras que manejan las organizaciones que trabajan en este ámbito, 79 millones de niñas y niños sufren las peores formas de explotación infantil, lo que implica un «riesgo inminente y grave para sus vidas», advierte Vicente.
«Muchos de ellos soportan prácticas perjudiciales como esclavitud, trabajos forzosos o trabajos en condiciones extremas», afirmaba por su parte la ONG Plan International en un texto difundido en 2019. Las niñas suelen estar más invisibilizadas, lo que dificulta conocer con exactitud el alcance de esta realidad.
Las cosas se agravaron a partir de 2020 con la aparición de la pandemia. «El cierre de escuelas se tradujo en que cada vez más niños y niñas fueron obligadas a trabajar. Los que ya estaban siendo explotados lo están haciendo durante más horas o más temporadas por pérdida de ingresos de las familias», destaca la portavoz de Unicef.
Las guerras juegan otro tanto a la hora de empujar a la infancia a entrar en ese mercado de la explotación. En ese contexto, las previsiones señalan que a finales de 2022 el número de víctimas de este tipo de esclavitud se incrementará en otros nueve millones.
«El trabajo infantil es producto de la combinación de muchos factores, como la pobreza, las normas sociales que lo toleran, la falta de oportunidades de trabajo decente para los adultos y los adolescentes, la migración y las emergencias. No solo es una causa, sino también una consecuencia de las desigualdades sociales que la discriminación refuerza», señala un informe conjunto elaborado por Unicef y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Ambas entidades advierten que «para que la lucha contra el trabajo infantil sea eficaz, debe combatir todo el conjunto de vulnerabilidades al que se enfrentan los niños, y es necesario aplicar políticas y programas que contribuyan a la
eliminación del trabajo infantil mediante soluciones sostenibles que incidan en sus causas de fondo».
Los antecedentes son preocupantes. «En crisis anteriores que causaron un descenso del nivel de vida, muchos países de ingresos bajos y medianos experimentaron grandes retrocesos en los avances efectuados para la reducción
del trabajo infantil y la matriculación de los niños en la escuela», indican Unicef y OIT en su informe.
Distintas caras
Save the Children advierte sobre distintas formas de explotación infantil, entre las que ubica la trata de niñas y niños, un negocio que mueve 23 millones y medio de euros al año. «La pobreza, la globalización y la consiguiente demanda de mercancías y mano de obra baratas han provocado una demanda sin precedentes de menores trabajadores», apunta.
La ONG señala además que «cerca de 1,8 millones de niños en todo el mundo son explotados sexualmente con fines comerciales. La mayoría de ellas, son niñas, obligadas por adultos a ejercer la prostitución o utilizadas en la industria pornográfica y en el turismo sexual».
Existe también el denominado «trabajo infantil forzoso por endeudamiento», un tipo de explotación en la que «el menor contrae una deuda con su patrón y es obligado a trabajar hasta que pague lo que debe». Según Save the Children, «se da a menudo en países como India, Nepal, Pakistán y Bangladesh».
Según sus estimaciones, 200.000 niños y niñas trabajan en la mina en África occidental y un millón de menores están en minas y canteras de Asia y Sudamérica. «Además, el trabajo agrícola es una realidad para 132 millones de niños y niñas menores de 15 años en todo el mundo. Algunos en condiciones de esclavitud inexorablemente peligrosas», apunta en una reseña publicada en su página web.
Del mismo modo, la esclavitud doméstica «es la realidad de más de 40 millones de niños y niñas», condenados a trabajar como empleados domésticos. «Este tipo de explotación infantil sucede en su mayoría a niñas que sufren castigos extremos como golpes con planchas ardiendo, flagelaciones y quemaduras con agua hirviendo», agrega Save the Children.
Conferencia en Sudáfrica
¿Qué herramientas existen para acabar con todo esto? Desde Unicef, Rocío Vicente señala que aún hay trabajo por hacer. «Tenemos instrumentos internacionales, como la Convención de los Derechos del Niño o dos convenciones de la OIT al respecto, pero es verdad que necesitamos hacer mucho más: ha que trabajar con familias y empresas para que se reviertan esas cifras», afirmó.
Estas cuestiones estarán sobre la mesa en la Conferencia Mundial sobre la Eliminación del Trabajo Infantil que se celebrará del 15 al 20 de mayo en Durban (Sudáfrica). «Esta conferencia llega en un momento crítico. A pesar de los avances en muchas regiones, 160 millones de niños siguen sometidos al trabajo infantil. Las cifras van al alza y la pandemia de COVID-19 amenaza con revertir años de progresos», advierten sus promotores.