«Mi hija tuvo cuatro intentos de suicidio»: la lucha de los padres contra el acoso escolar
SER.– El acoso escolar es un problema que no deja de crecer. Un estudio de la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación ANAR asegura que uno de cada cuatro alumnos (el 24,4%) percibió, el curso pasado, que existía acoso escolar en su aula. Esto representa un incremento de más de nueve puntos con respecto al año anterior, aunque todavía se queda por debajo a los datos de acoso que se producían antes de la pandemia.
El tipo de bullying más común el curso pasado fue, según este estudio, el insulto, el mote y la burla (más del 89%), mientras que las agresiones físicas, golpes y patadas se sitúan a más distancia (el 31,8%). Otros tipos de acoso detectados, tanto por parte de los alumnos como de los profesores, son: aislamiento, difusión de rumores, amenazas, robos y rotura de objetos, o difusión de fotos y vídeos sin consentimiento.
¿Qué pasa con el protocolo?
En Hoy por Hoy Madrid hemos hablado con María José Fernández, presidenta de la Asociación Madrileña contra el Acoso Escolar (AMACAE). Nos ha confirmado ese aumento de los casos que destacan todos los estudios, y ha señalado como posible causa la falta de preparación del profesorado y de los equipos directivos para identificar correctamente el bullying y atenderlo como es debido. «Muy pocos equipos directivos saben hacer bien el protocolo de acoso de la Comunidad de Madrid. Siguen cometiendo los mismos fallos y errores. Para el equipo directivo resulta muy fácil decir que no detecta acoso, aunque lo tenga delante, y la inspección, según comunican a los padres de las víctimas, sólo puede asesorar».
Hemos escuchado también a Raquel, madre de una menor que sufrió acoso en su centro. La menor, con importantes secuelas psicológicas, dejó de ir a clase. Llegó a estar ingresada, se autolesionó e intentó suicidarse. El centro se negó en repetidas ocasiones a abrir el protocolo de acoso, y sólo acutuó a instancias de la inspección, aunque nunca recabaron la versión de la víctima o de su familia, por lo que cerraron el expediente concluyendo que no había acoso. Cuando Raquel y su marido quisieron cambiar a su hija de centro, la inspección no se lo puso fácil y, asegura, llegaron a advertirles de la posible apertura de un expediente por absentismo, ya que la menor era incapaz de ir a clase por las secuelas que le había provocado el bullying.
La discapacidad como agravante
Mari Carmen Morillas, presidenta de la FAPA Giner de los Ríos, nos ha contado otro caso que ha llegado recientemente a su organización, y que afecta, en esta ocasión, a una menor con discapacidad intelectual. Según Morillas, los niños y niñas con discapacidad tienen un riesgo hasta tres o cuatro veces superior de sufrir acoso. A pesar de que los padres lo denunciaron repetidas veces, el centro nunca abrió el protocolo de acoso y se limitaba a decir que eran «cosas de niños», por lo que la menor tuvo que abandonar el centro y ser escolarizada en otro distinto
Desde el sindicato CSIF, la delegada de Educación, Gema Domínguez, ha asegurado que en los centros no hay reparos a la hora de activar los protocolos, porque «con el tiempo estamos muy concienciados, porque sabemos las consecuencias que puede tener un caso de acoso escolar indebidamente tratado. Lo que ocurre es que hay que detectar si estamos ante un caso de acoso, o un conflicto puntual de mala convivencia entre alumnos».
Gema Domínguez ha aclarado que, para que se pueda considerar un caso de acoso, tienen que darse una serie de circunstancias. «Es una conducta de persecución física o psicológica, que realiza un alumno contra otro, al que elige como víctima en repetidos ataques y con intención de dañar». La delegada de Educación de CSIF también ha señalado que «en la educación infanto-juvenil todos tenemos responsabilidad como sociedad. Sabemos que vivimos en una sociedad muy agresiva, estresante y violenta, muy escasa de valores humanos y con conflictos constantes, algo que los niños y jóvenes perciben. Hay que tener en cuenta, en las familias, qué transmitimos, cómo educamos, para que nuestros hijos no sean ni acosados ni acosadores».