“Muchos se sorprenden al saber que soy trans. Imagina cuando se enteran de que soy informática cuántica”
El País.- Juani Bermejo Vega es la única investigadora transgénero de su disciplina con su nivel en Europa
«No conozco a ninguna profesora fija trans en computación cuántica, lo que quiere decir que soy mi propia madre. No tengo un modelo a seguir. O me sigo a mí misma o nada», dice Juani Bermejo Vega, investigadora de 32 años de la Universidad de Granada. Es una de las pocas científicas transgénero del mundo con su nivel en computación cuántica y la única en Europa. En Francia trabaja un investigador trans de computación cuántica, Dominic Horsnan. «Hay mucha gente que se sorprende al conocerme solo por ser trans. Imagina cuando se enteran de que trabajo en computación cuántica. No lo procesan», dice.
Su trayectoria es claramente poco habitual. De hecho, Bermejo Vega dedica parte de su jornada a que su perfil sea cada vez más común. El papel de un mentor o modelo es clave en su mundo.
El valor de acceder a un lugar donde nadie es como tú requiere un esfuerzo desconocido para quien no pertenece a minorías. «Te cuesta más entrar en un sitio si no hay nadie que se parezca a ti», dice. «No tienes un aliado natural que te vaya a ayudar. Si eres una chica científica española y llegas a una mesa de conferencias y son todos hombres blancos mayores alemanes, te va a dar mucha cosa sentarte», explica Bermejo-Vega. «La ciencia es muy jerárquica. Si hay diez personas que son como el otro en la jerarquía y hay solo una como tú, el otro va a tener más opciones», añade durante una conversación con EL PAÍS en las jornadas de Quantum Simulation & Computation celebradas en el ICMAT (Instituto de Ciencias Matemáticas) de Madrid.
Bermejo-Vega distingue entre los investigadores a quienes puede admirar por su trabajo científico y las personas que además son capaces de inspirar su carrera: «Una mujer me inspira porque ha conseguido pasar. Si no ves a nadie como tú, te impone mucho», dice.
«La ciencia resuelve problemas muy complicados. Esto requiere mucha gente. Si sesgamos quién entra en ciencia, estamos limitando la gente que podría resolver esos problemas. Los enfoques se reducen si todo el mundo es del mismo color o país. Lo mejor es la variedad», explica.
Bermejo Vega, nacida en Cáceres, estudió el doble grado de Informática y Física en la Universidad de Salamanca. Allí estaba su tía Pastora Vega, catedrática de Ingeniería de Sistemas y Automática. «Tengo un modelo en la familia», dice Bermejo Vega. Desde el instituto era de las listas de clase, pero la Física le costaba más: «A tu cerebro no le gusta hacer ecuaciones. Es un mito. Hay que trabajar muchas horas», dice.
En aquellos años aún no había transicionado a mujer, pero ya se intuía: «La gente notaba que era rara. Soy muy queer y excéntrica», dice. En una facultad con predominio masculino, prefería estar acompañada por estudiantes de carreras no científicas y más artísticas. Su pareja desde aquella época es traductora.
Tras una estancia durante la carrera en Canadá en 2008, donde decidió dedicarse a la investigación en computación cuántica, Bermejo Vega se fue a Alemania al graduarse. Su trabajo doctoral lo hizo en Múnich en el equipo del español Juan Ignacio Cirac. Tras esa estancia y la tesis, estuvo tres años en la Universidad Libre de Berlín.
En 2019 decidió regresar a España, gracias a un contrato de investigación Marie Curie Athenea3i en Granada: «En Alemania hay más dinero pero la investigación es muy piramidal y es muy difícil estabilizarte. Y echaba de menos España. Allí hay cosas que no puedes hacer o cuesta más, como política o comunicar sobre ciencia», explica.
La mala situación de la investigación en España le suponía un problema, pero no fue decisivo: «El Gobierno ha definanciado la investigación. Ha bajado mucho la inversión, pero la gente que hace ciencia aquí es muy buena. Si consigues una plaza, puedes hacer investigación. A lo mejor no tienes un grupo de 35 personas como en Alemania, pero el sistema tan piramidal de allí tampoco es bueno», afirma.
La transición no fue fácil
El gran cambio en su vida fue decidirse a salir del armario o transicionar. No fue fácil. Primero, porque se engañaba a sí misma. «Toda mi vida he tenido dudas de género. Pero hay cosas que te bloquean. Darte cuenta de que eres transgénero no es fácil. Hay mucha transfobia en el mundo e intentas dar otra explicación a tus problemas personales», dice.
Fue un proceso que en su caso culminó hace unos meses, en Berlín, con 31 años: «Si hubiera transicionado antes igual me habría ido peor en mi carrera», admite. «Fue como ir bajándome actualizaciones de un software para mejorar el sistema. Me ayudó experimentar con mis pronombres, con cambios de ropa, maquillaje. Mis amigos empezaron a llamarme ‘ella’. Vas cogiendo espacios. Hasta que salí en el trabajo y en la familia», añade.
Esta liberación personal mejora también su rendimiento profesional: «Esto hace en parte que mejore mi investigación. Me siento mejor conmigo misma y tengo más energía. Antes de salir del armario me costaba más vivir. Todo cuesta tres veces más: la interacción social, venderte en una conferencia. Te ven como un tío, pero no lo eres. Todo eso te chupa energía. Cuando transicionas y la gente te trata como el género que tienes, te sale energía que dedicabas antes a resistir», explica.
En su faceta de activista en la academia, Bermejo Vega coorganiza unas jornadas cuánticas donde prima la variedad en los perfiles de los ponentes. Las primeras fueron en Brasil y ya preparan la segunda edición en la India. «Son conferencias inclusivas y la atmósfera es distinta. La gente está más a gusto. Hay menos estrés. Ves visiblemente más felicidad», dice.