Mujeres y ciencia: ¿discriminación basada en la evidencia?
Fuente: La Vanguardia
Fecha: 10/02/2017
Coincidiendo con la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la Asamblea General de las Naciones Unidas declaraba el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una forma de visibilizar el vínculo entre dos cuestiones claves y transversales en la nueva agenda global. Por un lado, la consecución de la igualdad degénero en todos los ámbitos, plasmado en el ODS 5, y, por otro la ciencia, la tecnología y la innovación como uno de los motores de desarrollo sostenible. Se reconocía así que la exclusión o la falta de participación en condiciones de igualdad de las mujeres en las comunidades científica y tecnológica (ya sea como creadoras, tomadoras de decisiones o usuarias) suponen un lastre importante para conseguir gran parte de los objetivos y metas de la agenda 2030.
En España ha habido avances en la evolución del papel de la mujer en la academia y la ciencia especialmente en las últimas tres décadas. En torno al 55% de los títulos universitarios y el 45% de los doctorados los obtienen mujeres, sin embargo, ellas solo son el 39% del total de los investigadores activos. Por otro lado, la proporción de mujeres disminuye drásticamente a medida que se asciende en la carrera científica o en los puestos de liderazgo, donde representan el 20% del total, tendencia que se repite en la Unión Europea y en el resto del mundo.
La ciencia es otro ámbito social más afectado por las desigualdades de género. Parece paradójico que en el ámbito de la ciencia y el conocimiento existan actitudes o manifestaciones discriminatorias o al menos que no fomenten la igualdad de género. ¿Cómo es posible en un espacio en principio definido por la razón igualitaria? Es una cuestión compleja y son muchos factores que dificultan tanto el ingreso como el desarrollo de la carrera científica de las mujeres en condiciones de igualdad. Desde los estereotipos que afrontan las niñas desde edades muy tempranas y que tienen impacto en la elección de su campo de estudio, hasta las mayores cargas familiares que soportan. Por otro lado, también existen sesgos de selección en un ámbito laboral dominado por hombres en las instancias de decisión. Así, la evidencia muestra que algunos colectivos, como los científicos y académicos, que reconocen como valores propios su objetividad e imparcialidad, son paradójicamente más proclives a incurrir en este tipo de sesgos de género, aun cuando no haya una voluntad deliberada de tomar decisiones discriminatorias. Al no considerar necesario estar “en guardia” frente a ellos sumado al hecho de percibir decisiones tomadas en base a una visión androcéntrica como neutrales.
Por otro lado, es posible que la menor participación de las mujeres termine teniendo un impacto en la ciencia que se desarrolla. ¿Realmente una ciencia que excluye en gran medida el talento, la visión y las capacidades de las mujeres puede ser la mejor? Especialmente en un ámbito como la investigación, que se basa en la innovación y en la generación de nuevas ideas, lo cual se estimula y fomenta en ambientes diversos y no uniformes. ¿De qué manera este desequilibrio influye en la agenda de investigación? La menor participación femenina en posiciones de liderazgo contribuye al tratamiento que reciben temas específicos de la mujer en la agenda de investigación. Las enfermedades cardiovasculares son un ejemplo conocido de cómo la prevención, la detección y el manejo de la enfermedad están influidos por la diferente percepción del riesgo por parte del médico, que asume que las mujeres tienen menor riesgo de presentar estas enfermedades y, por tanto, reciben menor atención.
Hace ya varias décadas que las mujeres se incorporaron masivamente a la universidad y la percepción –y los datos lo refrendan- es que no se avanza a la velocidad esperable y deseable. Ya no sirve apelar al argumento incrementalista: “cuando las mujeres accedan mayoritariamente a esos ámbitos….”. Eso ya ha sucedido y las mujeres siguen sin alcanzar los niveles de decisión y liderazgo en igual medida. Conseguir la igualdad de género en el corto o medio plazo, aun no siendo una medida muy popular, requiere del establecimiento de cuotas, es decir, discriminación positiva de género. Se trata de que, a méritos equivalentes, se favorezca la elección del sexo menos representado. Esta discriminación positiva ya fue introducida en los países escandinavos donde, por ley, las empresas públicas o que reciben financiación pública tienen que tener un mínimo de 40% de representación de cada género.
¿Se puede hacer algo más desde el ámbito individual? Es necesario un cambio de actitud, tanto por parte de los varones como de las mujeres para lograr la igualdad de género en la investigación. La falta de consideración de las mujeres en la selección de puestos de responsabilidad es parte de un círculo vicioso en el que los varones sólo “ven” a otros varones para dichos puestos. Por otro lado, las mujeres también deben cambiar su resistencia frecuente a la autopromoción, y volverse más visibles, así como a crear redes de contactos que son claves a la hora de considerar a candidatos para determinados puestos, fundamentalmente de liderazgo.
Iniciativas como la de este día instan a promover acciones para sortear las barreras de todo tipo que impiden la participación plena y en condiciones de igualdad en la academia y la ciencia de las mujeres, especialmente en los procesos de adopción de decisiones en estos ámbitos. Así como reconocer los logros de las mujeres en ellos, otra de las asignaturas pendientes.
1. Las mujeres constituyen solo un 30% de los investigadores y continúan infrarrepresentadas en la investigación en todas las regiones del mundo.
2. Solo 1 de cada 5 países ha alcanzado la paridad de género, es decir, que entre el 45% y el 55% de sus investigadores son mujeres.
3. El promedio en América del Norte y Europa Occidental es del 32%; en España las investigadoras representan el 39% de total.
4. Aunque hay más mujeres estudiantes de grado en muchos contextos y existe paridad entre los estudiantes de doctorado y en las escalas bajas de los productores de la ciencia, a medida que se asciende en la carrera científica y en posiciones de liderazgo las diferencias se amplían.
5. Las barreras que dificultan que las mujeres escojan y desarrollen una carrera científica en condiciones de igualdad son de muchos tipos; entre otros están los estereotipos y prejuicios que afrontan las niñas y que tienen un impacto en sus trayectorias educativas y laborales, y por otro las mayores cargas familiares así como los sesgos de selección durante la vida laboral.
6. La igualdad de género y la inclusión de la dimensión de género en los contenidos de la investigación son una de las 5 prioridades del Espacio Europeo de Investigación.
7. Solo el 3% de los Nobel de ciencias se ha concedido a mujeres desde la creación de los galardones en 1901.