Refugiadas: una vida de gueto
Fuente: El País
Fecha: 09/02/2017
Lina tiene 13 años. Ella llegó a Jordania junto a su familia en busca de un hogar sin guerra. A los pocos meses, su madre le obligó a comprometerse con un hombre jordano mucho mayor que ella. Para la familia, esta era la mejor solución para acabar con “la carga económica” que representaba Lina. La adolescente se negó durante varias semanas. Ante la negativa, la madre aumentó su oferta: “Con tu marido tendrás comida, ropa y joyas”.
Lina es un nombre ficticio, pero se trata de un caso real. En Jordania se registran legalmente 500 matrimonios al año de chicas sirias menores de 18 años. Así lo denuncia Layla Hamarneh, directora de proyectos en Arab Women Organization (AWO), y feminista desde hace más de 30 años en este país. “Hay que tener en cuenta que una gran parte de matrimonios de niñas no es registrado en ningún juzgado. Y el problema se hace mayor en caso de que las adolescentes tengan un niño, porque por ley, este no será ciudadano de ningún Estado”.
Hamarneh explica que, además de someter a las niñas a matrimonios obligados, muchas de las mujeres sirias que llegan a Jordania también viven un infierno tanto dentro como fuera de casa. De puertas adentro, un escenario común es que sean víctimas de violencia física por parte de los maridos, quienes en ciertas ocasiones justifican esta vía para desahogarse de la frustración que implica no tener oportunidades de empleo y ven debilitado su papel masculino tradicional. “Las mujeres y las jóvenes coinciden en señalar que mientras en casa la violencia es mayoritariamente física, en los espacios públicos es principalmente emocional, con abusos y discriminación constante por su condición de mujer”, sostiene la experta.
Más de la mitad de las personas refugiadas son mujeres y niños que tras huir de la guerra se ven obligados a enfrentarse a lo que la ONU califica como una nueva epidemia mundial: la violencia contra la mujer. Mientras el asilo en Europa y otras regiones está cada vez más restringido, el desplazamiento forzado de personas crece como una ola sin control en los últimos cuatro años. ACNUR cifró este fenómeno a finales del 2015 en 63,5 millones de personas refugiadas, desplazadas o solicitantes de asilo. En este contexto, la guerra convirtió a Siria en el mayor país emisor de refugiados del mundo, quienes huyen a países vecinos como Líbano, Jordania e Irak.
Así fue como Lina llegó desde Siria a Jordania, pero ella corrió mejor suerte. Su caso llegó a Arab Women Organization, que trabajó para que Lina asistiera a unos talleres que llaman “clases de habilidades para la vida” y cuyo objetivo es brindar herramientas para el empoderamiento de las refugiadas. “La chica aprendió a valorarse, a reforzar su autoestima y a pensar seriamente en lo que significa el matrimonio”, agrega Layla Hamarneh. Pero ante la insistencia de la madre, este centro organizó un encuentro con otra madre refugiada que había obligado a su hija a casarse para que le hablara de las graves consecuencias. “La mujer contó como su hija había intentado suicidarse en varias ocasiones al no poder soportar la violencia ejercida por su marido”. Este testimonio sensibilizó a la familia y permitió que Lina se librara del matrimonio forzado y prematuro.
Además de luchar desde los campos en Jordania por casos como los de Lina, Layla alza la voz para denunciar la situación de violencia que viven las refugiadas en todos los escenarios internacionales posibles. “La guerra de Siria llegó para enlodarlo todo, y eso hay que gritarlo en todos los escenarios posibles”. A ella se unió otra activista política: Khadije El Husaini (Líbano), quien junto a Ilham Makki Hammadi (Irak), Hanan Salman (Palestina) asistieron a una serie de encuentros con la ciudadanía en Cataluña, organizados por la Associació Catalana per la Paubajo el nombre de De viva voz: las mujeres en el mundo árabe.
Ellas alzan sus voces para denunciar cómo las mujeres son doblemente víctimas de la guerra al tener que afrontar la epidemia de la violencia: altas tasas de agresión física, psicológica, matrimonios forzados y prematuros, que a su vez implican la negación al derecho a la salud sexual y reproductiva, reducción de oportunidades económicas derivadas del abandono de la educación y limitaciones sociales y civiles, que reproducen de nuevo una sociedad patriarcal que llevan a la mujer a la exclusión social y económica.
Violencia como sistema
En el caso del Líbano, Khadije El Husaini, secretaria general de la Liga por los derechos de las libanesas, alerta sobre cómo esta situación acecha cada vez a más mujeres. En los últimos cuatro años han llegado 1,2 millones de refugiados, quienes se han encontrado con un Líbano colapsado económicamente. El refugio de las mujeres sirias “se reduce a pequeñas tiendas de acampar donde pueden convivir hasta 20 personas, sin agua potable, con constantes cortes de electricidad y acceso limitado a la alimentación”.
Según la LLWR, el 70% de las familias sirias viven debajo de la línea de pobreza en Líbano, y de ellos el 90% son mujeres y niños que carecen de las condiciones mínimas de vida. La mayoría son responsables de sus familias. Por esto, ellas se han visto forzadas a aceptar cualquier trabajo con salarios que se reducen hasta un tercio de los precios convenidos. Ante esta realidad, la LLWR denuncia que la mayoría de los empresarios ha despedido a los empleados libaneses. Se entiende con esto que existen dos sectores de mujeres afectadas por la avaricia de estos empleadores: las libanesas sin trabajo y las sirias sobreexplotadas.
“La mujer siria sufre una vida de gueto que implica los siguientes escenarios: la violación, el acoso, la violencia moral y física, el trauma psicológico, la violencia doméstica, la privación del sentimiento de seguridad dentro de su domicilio, así como el matrimonio precoz y forzado en un contexto de la movilización y de disminución de recursos. Además, un cierto número de ellas ha debido trabajar como prostituta para asegurar sus vidas, las de sus hijos y las de sus familias. Son consecuencias de la guerra, es una catástrofe humanitaria para las mujeres, es una ola muy grande que no se sabe como podrá frenarse” enumera El Husaini.
En Líbano, la violencia contra un gran número de refugiadas se acentúa con el sistema de creencias culturales heredadas de su comunidad. Se trata de 15 estatutos en los que se regulan aspectos de la sociedad desde una mirada patriarcal y discriminatoria contra los derechos fundamentales de las mujeres y los derechos humanos universales.
“Una mujer puede ser asesinada si es acusada de cometer adulterio, golpeada si no cumple con alguna tarea asignada por su marido o casada siendo aún una niña por decisión de sus padres. Todas estas son leyes religiosas que la legislación libanesa no incluye, pero respeta”.
Planes de acción
“Estamos frente a una barbarie, si una mujer es violada y el violador decide casarse con ella, este ya no es enjuiciado. Hay cada vez más adolescentes que deambulan por las calles embarazadas porque tras someterlas a matrimonios prematuros son abandonadas, solo hay un albergue para mujeres víctimas de violencia en todo el país. El islam es la principal herramienta política. Las mujeres cada vez tienen más difícil estar en la calle, no pueden hablar con hombres que no sean familiares, ni su marido» detalla Layla Hammarneh.
Por esa razón Hammarneh cree que resulta urgente un plan de acción nacional en torno a la Resolución 1325 del Consejo de Naciones Unidas. Para la directora de AWO, este plan permitiría proteger desde el marco de la ley a las mujeres sirias, especialmente a quienes viven fuera de los campos de refugiados (protegidos por distintas ONG).
Tanto AWO como LLWR trabajan en el empoderamiento de las mujeres refugiadas, a través de talleres en los que puedan obtener mayor autoestima, además de conocimiento de las leyes que pueden protegerlas y nuevas herramientas para conseguir un oficio o iniciar un emprendimiento. Este trabajo tiene apoyo de organizaciones catalanas como la Associació Catalana per la Pauque realiza proyectos humanitarios y de desarrollo en ambos países.
Se registran 500 casos de matrimonio infantil al año, pero una gran parte no se registra en ningún juzgado
Estos proyectos de cooperación están enfocados a facilitar el acceso a la alimentación, a la salud, protección de los derechos de las mujeres refugiadas en Jordania y promoción de los derechos humanos y laborales de la población refugiada en Líbano.
Houda es una de ellas. No solo rompió con el ciclo de la violencia tras huir de las palizas de su padre, sino que comenzó a estudiar en los talleres de electrónica que la LLWR imparten a las mujeres refugiadas en los poblados rurales de Líbano. “Ahora sé que mi destino no está en quedarme en casa”. Aunque esta joven de 22 años aún padece las consecuencias de tener un trabajo precario, se ha convertido en una de las mujeres que sensibiliza a otras adolescentes y jóvenes sobre las posibilidades de romper el ciclo de la violencia.
“Concienciar, concienciar, concienciar”. Para Khadije El Husaini esta es una de las claves para acortar la crisis humanitaria que viven las refugiadas. “Es el papel de las mujeres, tomar conciencia y pelear. Mientras que la comunidad internacional tiene que actuar ante la tragedia que viven millones de las personas refugiadas, más especialmente las mujeres y los niños. Hay que parar la venta de armas, y la guerra. Por lo tanto, no tenemos ante nosotras un futuro muy alentador”.