Skinheads, medio siglo de racismo y extrema violencia
La Razón.- Los conocimos profundamente con películas como «American History X» y «This is England». pero el movimiento, eminentemente racista, sigue vigente con algunos discursos políticos actuales.
El romanticismo surgido en los años 60 se malentendió. Nació como un romanticismo revestido de violencia. Ahí tenemos los ejemplos de los que ya se han hablado en esta misma sección durante este verano, como Charles Manson y su Familia, marginados que desplegaron su particular manera de comprender el mundo a base de navajazos.
O los «hippies» de Woodstocks que se drogaron hasta matarse porque en aquel momento prevalecía el vivir rápido e intensamente. Pero el líder de la secta falleció hace dos años, y el mítico festival no se celebró este año. Aunque otro movimiento fundado en 1969 sí resiste al correr del calendario, los skinhead.
Se originó en Reino Unido justo en los momentos álgidos de los «mod», aquella juventud que andaba al ritmo de The Who, The Kinks o Jacques Dutronc que quedó fascinada por los trajes y las largas parkas y codiciaba las vespas. Era una juventud que presumía de felicidad. Y como respuesta, nacieron los skinhead, chavales enfurecidos que tenían una idea bastante caótica y anarquista de cómo debía ser el mundo.
Entre sus «cualidades» estaban (y siguen estando) el racismo, la vehemencia, la extrema violencia, la oposición férrea a las clases altas (entendiendo que se favorecían ilegitimamente del sistema económico) y, por supuesto, la mayor característica física del movimiento, la cabeza rapada. Los mods y los skins fueron las dos caras de una misma moneda, la juventud inglesa de la época.
Expansión
Los skins se fueron expandiendo poco a poco por todo el mundo a través de una inconsciente campaña propagandística hecha por los medios de comunicación, que les dieron a conocer atiborrando los telediarios de noticias de sucesos protagonizadas por este grupo y, sobre todo, por el establecimiento de este movimiento en la cultura popular a través de su relación con géneros musicales como el punk o el ska, por la publicación de libros que incluían a los skins como pieza central y el estreno de películas que trataban este fenómeno desde un punto de vista netamente cinematográfico. En definitiva, fue el fuego que encendió la mecha de todos aquellos chavales cabreados con la sociedad y que encontraron un refugio en esta banda urbana.
Los mejores ejemplos para hablar de los Skinhead los hemos visto en la gran pantalla, «American History X» (1998) y «This is England» (2006). La primera de estas películas vinculaba el movimiento directamente con el neonazismo (que de neo solo tiene el mundo en el que transcurre) y lo hacía correctamente. El largometraje, además, muestra la fascinación que despierta el autoritarismo y el miedo que generan estas bandas a través de un hermano pequeño que adora al mayor, el líder de un grupo de skins.
En «This is England» se vuelve a relacionar con el neonazismo, aunque se profundiza más en la organización del movimiento que, en realidad, estaba formado por pequeños grupos con un telón de fondo común pero algunas ideas diferentes. En el caso de esta película, el foco de las discrepancias es precisamente el supremacismo racial que se quiere imponer como pieza esencial de ser un skinhead. Tristemente, esa condición ha acabado por ser una realidad.
De hecho, por eso el movimiento sigue de actualidad, cuando se recrudecen las crisis migratorias en Europa y América, y Estados Unidos tiene un presidente que ha dado claras muestras de racismo. Además, Hungría está liderado por Orban, un «odiador» de inmigrantes. Y gente supremacista como Salvini cuenta con poder de decisión en Italia. Los skinhead pueden encontrar más apoyo que nunca dentro de la clase política.