«Solo quería ser normal»

Diario.Sur. Shulli, una joven lesbiana británica, se sometió a ‘terapia’ para ‘curar’ sus inclinaciones homosexuales. «Recuperarme me ha llevado años», lamenta

Shulli acababa de iniciar sus estudios universitarios cuando un compañero al que había confesado sus inclinacines homosexuales le aseguró que en Israel, la tierra de sus antepasados, podrían curarla. Sólo necesitaba algo de dinero para pagar el tratamiento y poco más de un año, el tiempo que duraría la terapia que la transformaría en lo que realmente quería ser:«una chica como las demás». «Como judía ortodoxa moderna, estaba desesperada por llevar lo que pensé que era una vida normal: casarme con un buen hombre judío, tener una familia y ser aceptada por mi comunidad religiosa», ha confesado seis años después de que aquel intento desesperado por convertirse en lo que se esperaba de ella le abriera las puertas del infierno. Shulli hizo las maletas, dejó Londres, la ciudad en la que había nacido, y se instaló en Israel para comenzar con la ‘terapia’ que la volvería heterosexual sin saber que aquello provocaría en su alma heridas que la acompañarán para siempre. Escarbaron en su infancia tratando de identificar la razón por la que no le gustaban los chicos, la sometieron a duras sesiones de hipnoterapia buscando ese ‘pecado original’ que la había convertido en una persona gay, y la obligaron a pasar por un desagradable proceso de ‘desensibilización’ y reprocesamiento por movimientos oculares. «La idea era deshacerme de cualquier sentimiento negativo que tuviera hacia el sexo masculino, pero, obviamente, no funcionó. Dieciocho meses después, cuando volví a Londres, no podía sentirme peor. He tardado años en asumir mis circunstancias, todavía hoy sigo siendo una persona desconfiada, pero ya no vivo mi vida como una mentira», asegura en una entrevista a la BBC en la que alerta del horror que hay detrás de todas esas supuestas ‘terapias de conversión’ con un relato tan desgarrador como el que otros cientos de afectados llevan años poniendo sobre la mesa.

Lo hace justo cuando la Comunidad de Madrid anuncia la apertura de una investigación que deberá determinar si el obispado de Alcalá de Henares ha incumplido la ley contra la homofobia al impartir unas supuestas sesiones para ‘reeducar’ a homosexuales. Responde a las denuncias presentadas por organizaciones como Facua y la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, entre otras, decididas a acabar con semejante locura. Mané Fernández Noriega, vicepresidente de la FELGTBI, asegura que, aunque a estas alturas resulte complicado de aceptar, aún sigue habiendo quienes se empeñan en ‘curar’ la homosexualidad. «Estamos hablando de una aberración de consecuencias gravísimas, como han demostrado infinidad de estudios», dice Mané. Este transexual con varias décadas de trabajo por los derechos del colectivo a sus espaldas recuerda que, hace solo unos años, muchas librerías de este país exhibieron un libro titulado ‘Cómo curar la homosexualidad’ como producto estrella de la campaña de Navidad. «Después de muchas gestiones, logramos que fuera retirado, pero es la prueba de hasta qué punto este problema sigue sobre la mesa. Especialmente cuando se ha demostrado que muchos de los que son sometidos a esas supuestas terapias curativas son menores. Niños y niñas cuyas familias les obligan a pasar por semejante monstruosidad».

Sentimiento de culpa

Jesús Generelo, al frente de este colectivo durante tres años, ha escuchado a lo largo de su vida decenas de testimonios desgarradores; historias terribles cuyos protagonistas, buscando convertirse en ‘una persona normal’, se sometieron a todo tipo de supuestas terapias sanadoras. «Es un hecho que muchas personas de mi época (Generelo tiene 54 años) soñamos durante un tiempo con la pastillita que nos volviera ‘normales’. Por eso entiendo que, en la desesperación, alguien decida someterse a esa tortura buscando soluciones y tratando de escapar de la homofobia social, aunque esté demostrado que solo consiguen hacer un daño irreparable. El sentimiento de culpa aumenta a la misma velocidad a la que crece el rechazo hacia uno mismo, hasta el punto de que hay a quienes les ha llevado al suicidio, o a autolesionarse gravemente», asegura Generelo. Este activista, que consiguió impulsar la ley contra la discriminación por orientación sexual, advierte que el problema se agrava porque, en muchas ocasiones, es la propia familia la que coloca a la víctima a las puertas de ese infierno.

La psicóloga Ana Belén Gómez recuerda que el debate sobre las supuestas terapias curativas de la homosexualidad lleva más de treinta años abierto, aunque la visualización de realidades que han estado escondidas durante décadas haya vuelto a colocarlo en el punto de mira. «Hay decenas de estudios, análisis e investigaciones en todo el mundo que avalan el fracaso absoluto de esa suerte de terapias. Y es que hay que partir de un hecho indiscutible: terapia es el tratamiento de una enfermedad o de cualquier otra disfunción, y la condición sexual no es ni una cosa ni la otra». De hecho, en 2016, la Asociación Mundial de Psiquiatría, un paraguas bajo el que se cobijan más de 200.000 profesionales, declaró alto y claro que la homosexualidad no es una patología y que las ‘terapias reparativas’ no sólo son ineficaces, sino seriamente perjudiciales para quienes se someten a ellas.

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