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Till’, la foto que cambió la historia al mostrar la imagen del linchamiento racista a un niño negro

Cadena Ser.- La actriz Danielle Deadwyler interpreta a una madre que mostró el cadáver de su hijo asesinado por los supremacistas blancos en la América de los años 50 en una de las películas olvidadas por los Oscar

Resiliencia, valor y lucha diaria fueron, sin ella saberlo, el motor de Mamie Till-Mobley, una mujer que no esperaba convertirse en icono de nada, pero que con su determinación logró dos cosas: que su hijo, Emmett Till, asesinado por los supremacistas blancos, no fuera olvidado, y unir al movimiento por los derechos civiles en la América de los años 50. Till, el crimen que lo cambio todo, es la película que trata de restablecer el valor de esta mujer, madre, esposa y activista a la fuerza, en la lucha por la igualdad en una sociedad racista.

Dirigida por Chinonye Chukwu cuenta con una de las interpretaciones del año, olvidada en los Oscar. La de Danielle Deadwyler. «Fue una gran dificultad y una gran alegría hacer este trabajo», explica la actriz a la Cadena SER. Su ausencia en las nominaciones a los Oscar ha sido muy cuestionada, ya que el suyo es uno de los papeles dramáticos más complejos del año, además, en esa categoría no ha entrado ninguna actriz negra. La actriz destaca la responsabilidad de interpretar a un mito, como lo más difícil de este trabajo. «Hay una gran responsabilidad cuando uno trata de cuestionar la historia de Estados Unidos en general, y más, si hablas de ese momento crucial», reconoce. «Me esforcé mucho al preparar este trabajo desde que decidí ir para adelante. Lo mismo que la directora y el resto de miembros del reparto. Fuimos trabajando a fuego lento y soportar esa presión fue algo que nos unió. Fue la arteria principal de todo».

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La película cuenta la desgarradora historia del linchamiento de Emmett Till, un joven que silbó a una mujer blanca en Misisipi, en 1955 mientras pasaba las vacaciones con sus primos. Un silbido sin connotaciones, que acabó con el joven muerto y torturado. Su madre viaja hasta ese pueblo a reconocer el cadáver y es ahí donde se produce la escena que lo cambió todo. La madre decide mostrar la foto del cadáver a la prensa y a todos los que fueron al velatorio. Explicaba Susan Sontag que las fotografías tenían la virtud dar objetividad, ofrecían testimonio de lo real, puesto que una persona había estado allí para hacerlas. Y eso es lo que pone de relieve el gesto que evoca esta película.

De esa manera, convirtiéndose en real, obligando a que nadie cierre los ojos, a que todo el mundo entienda que la violencia contra los negros no eran chismes, sino la realidad, esa foto ocupa portadas y da la vuelta al mundo mostrando la atrocidad que los civilizados blancos son capaces de hacer. Una escena cruda que vertebra el trabajo de la actriz y que es el punto clave de esta película. «El rodaje de esa escena fue muy hermosa, tranquila y gris. Estaba lloviendo. Todo el reparto y el equipo sabían muy bien lo importante que era la ternura con la que había que manejarlo. Sabíamos cuando la rodaríamos porque estaba en el esquema del rodaje. No vi el cuerpo hasta que hicimos la primera toma. Hay que señalar la eficiencia de los técnicos que evitaron que tuviéramos que hacer muchas tomas. Aunque yo estaba preparada para hacer las que fueran necesarias», cuenta. «La idea era captar la humanidad de ese momento, no se trata de recrearse en lo traumático o en el horror físico, sino de lo que significa ver ese cuerpo después de traerlo de Misisipí y encontró la belleza en su memoria, añade la actriz sobre una de las escenas más impactantes del filme.

En la realidad, en los años 50, más de 50.000 personas vieron el cadáver de Emmett en Chicago, y muchos de ellos se desmayaron ante lo que descubrían o se fueron llorando. La dureza de recrear la escena para un reparto negro, que ha sufrido e interiorizado el racismo hizo que la directora y el estudio requirieran a un grupo de psicólogos para los trabajadores del rodaje. «Tenía mi propio terapeuta para preparar la película, pero esta fue una oportunidad para cuidar a toda la comunidad de la película, el equipo y el reparto».

«Es un tema exige que la gente no mire hacia otro lado. Y somos un grupo de artistas, estamos obligados a no mirar para otro lado. Así que creo que gente muy diferente del equipo usó el servicio de terapeutas para sentarse, alejarse de la escena y hablar durante un minuto. Hay momentos en los que la gente lloraba, otros tenían que recuperarse. Al final compartes momentos emotivos. Me alegro de que estuvieran en el set y de que los productores y el estudio tuvieran la intención de hacer esto», reconoce la actriz que aborda uno de los debates sobre qué mostrar y qué no para movilizar a los ciudadanos.

El valor de esta mujer se convirtió en un pilar para el movimiento pro derechos humanos y la obligó a transformarse en una activista en defensa de la justicia social y la educación, simplemente por una foto que lograba que su dolor, el dolor de los demás, fuera el dolor de todos o, al menos, el dolor de la comunidad afroamericana. La película muestra ese cambio, esa unión y esa lucha, no siempre fácil. Junto a la actriz, a la que hemos visto en la serie Estación once, destaca el trabajo de la veterana actriz Whoopi Goldberg, que produce la película e interpreta a la abuela de este joven, a quien da vida el actor Jalyn Hall.

Chinonye Chukwu se adentró en Till justo después de rodar Clemency, una película sobre presos en el corredor de la muerte. Quizá por eso tomara una decisión importante en la dirección, que comparte con otra director este año, con Sarah Polley, la de no mostrar el acto violento. Algo que rompe con la tradición de un cine histórico que cuenta los abusos de una parte de la sociedad sobre otra. Hemos visto en películas que muestran la violencia contra las mujeres, mostrar la violación o las palizas, como Irreversible. Lo hemos visto también en películas que han denunciado el esclavismo, como 12 años de esclavitud. Sin duda, la de mostrar o no la violencia es una decisión política, tal y como explicaba la actriz.

«Hemos visto una presencia generalizada de la violencia sobre los cuerpos negros en las representaciones artísticas y, en la realidad, con las redes sociales. Por lo tanto, no es un imperativo llegar a hacerlo. La verdadera raíz de la historia no necesitaba utilizarlo. Creo que lo hemos contado de una manera hermosa, intencional, decidida y cariñosa», dice la intérprete. Aunque la película retrata una parte amarga y dura de la historia estadounidense, también es una historia sobre empoderamiento y la superación de un terrible trauma para encontrar la fuerza para cambiar leyes y defender los derechos, contada desde el punto de vista de este personaje.

«Mientras examinaba su cuerpo, intentaba disipar los mitos sobre lo que especulaba. Lo que hace es recordar quién era él para ella. En sus memorias cuenta todo esto, dedica tres páginas. Describe sus rodillas, sus partes del cuerpo y recuerdos relacionados con esto. Se trataba de humanizar su vida y también de subrayar la rabia y la ira que la impulsan a hacer lo que hace, al mostrar su cuerpo y activar con ello al movimiento por los derechos civiles».

La fotografía como un acto político, algo que ya vimos con los videos del asesinato de George Floyd a manos de la policía. Las imágenes del sufrimiento han movilizado y movilizan a los ciudadanos, aunque también hayan servido para salvar conciencias blancas y ricas. El caso de Floyd es uno de los últimos, pero también tenemos las imágenes de las torturas en Abu Ghraib. La imagen como cambiante de la opinión social, porque, volviendo a Sontag, las fotografías del sufrimiento y el martirio de un pueblo son más que un recordatorio de la muerte, el fracaso, la persecución. Invocan el milagro de la supervivencia.

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