Un 6 % de los adolescentes sufre un ciberacoso constante, según un estudio
Heraldo.- Un 6 por ciento de los adolescentes es víctima estable de ciberacoso, sobre todo las chicas, según revela un estudio liderado por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), en el que han participado 1.142 alumnos de entre 11 y 18 años de siete comunidades autónomas.
Esta investigación ha constatado que 4 de cada 10 adolescentes sufre ciberacoso, y durante los 13 meses de duración del estudio la incidencia de nuevos casos fue del 25 %, es decir, se sumó 1 de cada 4 menores al problema.
Este estudio ha sido liderado por el grupo de investigación Ciberpsicología de la UNIR, con la participación de expertos de las universidades de Valencia, Deusto y País Vasco, y una muestra de alumnos de Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, País Vasco y Principado de Asturias.
La investigación proporciona evidencia empírica del impacto del ciberacoso sobre la calidad de vida relacionada con la salud de las víctimas, sobre todo aquellas que lo sufren de manera estable, ha detallado este lunes la UNIR en una nota, en la que afirma que «ser cibervíctima afecta a la calidad de vida de forma significativa».
Los datos en la muestra sugieren que las jóvenes son, en una proporción significativa, más cibervictimizadas de forma estable que los chicos.
La información es clave
El trabajo explora el perfil de la cibervictimización y clasifica a los participantes en no involucrados -los que no han sido víctimas durante el estudio- con un 59 %; víctimas nuevas, con un 24 %; víctimas intermitentes, con un 6 %; y víctimas cesantes, con un 5 %.
«Estos resultados apuntan a la posibilidad de que se esté infravalorando el número total de víctimas de ciberacoso», ha indicado el autor principal de la investigación y director del grupo Ciberpsicología de la UNIR, Joaquín González-Cabrera.
También ponen de manifiesto, ha añadido, «la necesidad de realizar estudios longitudinales que permitan conocer mejor la realidad de la convivencia en las aulas españolas» con el fin de afrontar estrategias de prevención para acotar el problema.
Cree que «los estudios que se financian públicamente deberían tener diseños en los que los menores fueran evaluados a lo largo de un curso académico, al menos, y conocer la dinámica de estos procesos».
A su juicio, «si bien es clave saber qué prevalencia de problema tenemos, lo es más saber cómo de estable es para quienes lo sufren» y «poner las estrategias necesarias en marcha para reducirlo«.