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Uno de cada cinco menores admite que ha presenciado un caso de acoso escolar y que no hizo nada por detenerlo

Ser diferente puede convertir a un menor de edad en una víctima de acoso. Pensar distinto, sacar mejores o peores notas, ser menos social, proceder de un país extranjero, tener otro color de piel u otra apariencia física supone correr un mayor riesgo a sufrir bullying en el colegio. Y es que el rechazo a la diferencia sigue siendo el principal motor de violencia entre menores, razón por la que diversos expertos, consultados por 20minutos con motivo del Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, que se celebra este jueves, ponen el foco en la importancia de fomentar la empatía y la responsabilidad social colectiva desde edades tempranas.

«Hemos evolucionado mucho a nivel sociedad en lo que se refiere a tener una mirada mucho más abierta e inclusiva. Sin embargo, nos hemos dado cuenta, por las encuestas y llamadas recibidas, que el aspecto físico y, en definitiva, las diferencias, son las razones que aparecen con el porcentaje más alto«, explica a este diario Diana Díaz, directora del Teléfono y Chat de la Fundación ANAR.

A la hora de abordar la problemática hay que tener en cuenta que hay tres actores implicados: el agresor, la víctima y el testigo. Incluir este enfoque en los talleres de formación -tanto a profesores, como a menores y familiares- es crucial para generar conciencia sobre el asunto, explica Díaz.

Según el último informe de ANAR, una ONG dedicada a la defensa de los menores, el 21,8% de los alumnos y alumnas reconoce haber podido participar en un caso de acoso sin ser consciente de ello, y el 22,4% de los menores reconoce que ha presenciado casos de acoso sin que hiciera nada por evitarlo.

«Evidentemente esto cambia, porque muchas veces lo hacen de manera inconsciente o lo hacen sin saber el sufrimiento que esto supone para la víctima», afirma Díaz. «Por eso es tan importante desarrollar mucho la empatía hacia el otro y la responsabilidad social colectiva», añade.

La violencia «les persigue» hasta casa

Según la UNESCO, en Europa, el 44% de los niños que habían sido víctimas del ciberacoso antes de la covid-19 indicaron que el fenómeno se incrementó durante el confinamiento. «Si bien el acceso a Internet proporciona oportunidades de comunicación y aprendizaje, también expone cada vez más a los niños y jóvenes a la violencia en línea«, señala la organización en un comunicado

En un estudio publicado este año, alertan de que, aunque su prevalencia es «relativamente baja» en comparación con otras formas de violencia y acoso en los colegios, «el ciberacoso es un problema que va en aumento».

Así se demostró durante los meses más duros de la pandemia, en los que las aulas se cerraron y los niños y adolescentes quedaron aislados en sus casas; pero igualmente vulnerables –e incluso todavía más por el requerimiento de una mayor conectividad– a la violencia ejercida hacia ellos desde la distancia.

«Hoy en día el bullying les persigue hasta casa a través del ciberacoso. Con lo cual no es algo que suceda ya únicamente en el patio de colegio o en las aulas, sino que trasciende a otros lugares», explica a 20minutos Cristina Sanjuán, experta en prevención de la violencia hacia la infancia de Save the Children.

Según coinciden ambas expertas, todavía es pronto para determinar si ese aumento de la violencia a través de Internet y las redes sociales (WhatsApp, Instagram y TikTok son las plataformas más concurridas para el ciberbullying), se debe única y exclusivamente a la pandemia. «Vamos a ver cómo sigue evolucionando el acoso escolar, porque desde luego por los testimonios sabemos que sigue ahí y que los casos son muy graves», asevera Diana Díaz.

Con todo, la experta de ANAR asegura que «se ha producido un cambio de mentalidad socialmente y cada vez hay más conciencia».

Efectos en la educación y la salud mental de las víctimas

Los efectos de este tipo de violencia entre los menores son muy diversos, pero la UNESCO ha identificado los más comunes en su documento. Básicamente, las consecuencias principales atañen a la educación y a la salud mental. Se disparan las posibilidades de abandonar los estudios, saltarse más días de clase, tener dificultad para concentrarse. Las probabilidades de sufrir insomnio, sentir soledad, tener pensamientos suicidas e incluso de consumir ciertas sustancias (tabaco, alcohol o marihuana) son también más altas.

«Y más a largo plazo, si no se elabora un espacio terapéutico (de apoyo por parte de familiares y el centro escolar), la cronicidad o las consecuencias pueden ser más graves, y puede derivar en estrés postraumático donde se revive una y otra vez la situación traumática. Hay que mandar también un mensaje de esperanza, porque de esta situación se puede salir», señala Díaz, recordando el teléfono de la Fundación que presta ayuda a los menores y ofrece formación a todos los actores implicados en cualquier caso de violencia o acoso.

Un ‘síntoma’ de algo más grande

El elemento «clave» para prevenir, señalan ambas expertas, es la educación afectivo-sexual, de resolución de conflictos, de saber identificar estos casos de acoso. «Pero también es muy importante hacia los profesionales que trabajan con la infancia, especialmente en escuelas, para poder prevenir y que sepan cómo actuar ante estas situaciones. Por eso la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia debe desarrollarse desde esa casilla de salida», afirma Cristina Sanjuán, de Save the Children.

Por su parte, Diana Díaz asegura que la problemática es también «un espejo de lo que se está produciendo en la sociedad». La directora del Teléfono y Chat de ANAR apunta que la violencia se introduce «de forma masiva» en la vida de los menores a través de las pantallas, y que «hay muchas formas de violencia intrafamiliar que todavía no se sabe ni que existen». Muchas veces, explica, el agresor ha sido anteriormente víctima de violencia.

Además, afirma que «tenemos que plantearnos por qué los menores de edad tienen acceso a tantas dosis de violencia en las pantallas. Al final es un modelo, porque visualizar violencia diariamente te acaba haciendo indiferente a ella. Si nada me hace reflejar una autocrítica a través de lo que estoy viendo en mi tableta o en los videojuegos, puedo llegar a reproducirlo», concluye.

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