Vuelta al cole tras el bullying: «El 99 % de las veces es la víctima quien se cambia de centro»
Educación ha contratado 400 orientadores más en un curso y el conseller Rovira ultima un plan para incorporar psicólogos a los institutos
«A las familias de los acosadores les cuesta mucho asumirlo y lo niegan», explica Salu Alarcón, de Plántale Cara al Bullying
Irene tiene once años y ha empezado su segunda vida, la que viene después del bullying. La semana pasada dejó atrás dos años de hostigamiento, de insultos, patadas, de ser humillada en los baños del colegio y de que la dejaran de lado. Empezó en un nuevo instituto y por fin le dijo a su madre «mamá, estoy contenta. Por fin tengo amigas».
Pero detrás de esto hay otra realidad. Irene es la víctima de bullying, pero ha tenido que cambiarse de centro, mientras que sus agresoras siguen allí. Y no solo eso, al irse Irene el equipo directivo dio carpetazo al asunto. «Ya no es por mi hija, es por las que puedan venir detrás. No se puede cerrar todo como si no hubiera pasado nada, hay que trabajar con las acosadoras para que cambien de actitud, no darlo todo por cerrado», se queja Mar, su madre.
Lamentablemente el caso de Irene es de lo más común en los colegios e institutos valencianos. Aunque existen protocolos, o tardan mucho en llegar, o fallan, y la solución es casi siempre que la víctima de acoso escolar se cambie de colegio y los agresores se queden. «Parece que a quien castigan es a la víctima, por hacerle cambiar de colegio», explica Salu Alarcón, de Plántale Cara al Bullying.
Aunque no hay datos específicos, Educación si que ha contabilizado que 1.200 menores sufrieron violencia escolar el curso pasado casi la mitad (521) en Alicante. Uno de cada cuatro casos acabaron en autolesiones y un 17 % en amenazas de suicidio.
No todos son derivados por el bullying, pero es una de las causas más comunes detrás de las autolesiones. La salud mental y la inclusión ya son los principales problemas de los centros escolares y el Consell ya está tomando medidas. Este curso se han contratado 400 orientadores educativos más para bajar las ratios en los institutos, por otra parte el conseller de Educación José Antonio Rovira anunció un plan de salud mental para incorporar psicólogos en las aulas.
Irene, con 10 años, empezó a enfermar. «Se ponía mala de la tripa, con dolores de cabeza, varios esguinces en muñecas y tobillos. Siempre estaba apática, como desganada. Y durante una época la pasó llorando», explica su madre. Cuando le preguntó a quién quería invitar a su cumpleaños le dijo que a nadie, porque solo vendría una niña. «Soy psicóloga y ni siquiera yo lo vi», cuenta Mar.
Irene pasó una temporada almorzando sola en el patio, hasta que un día llegó a casa muy contenta porque tenía una amiga que la iba a acompañar en una excursión. Su madre pensó que las cosas mejoraban. «Al final la amiga la dejó de lado en el bus y se sentó sola, sus acosadoras se pusieron detrás y empezaron a insultarla y pegarle patadas. Mi hija acabó vomitando ese día por la ansiedad», recuerda mar. Entonces es cuando Irene le habló del hostigamiento, de los insultos, los empujones y el acoso.
Decidió hablar con la profesora, que medió con las acosadoras sin resultado, así que activaron el protocolo con el orientador e inspección educativa. Aquí se dieron dos constantes con las víctimas de bullying: la primera es que rara vez lo detecta alguien del centro y siempre denuncia la madre, tras bastante insistencia. La segunda es dudar de la versión de la víctima: «si no te han pegado no es para tanto», le llegó a decir la orientadora, según la niña.
No solo duelen los golpes
Pero no solo duelen los golpes. «El impacto psicológico dura años aunque la niña cambie de colegio. Dura más que el daño físico. Llega a la nueva escuela con la autoestima por los suelos y muy poca capacidad para relacionarse. A penas hay psicólogos en la sanidad pública así que la familia tiene que hacerse cargo con uno privado», cuenta Alarcón.
Lo segundo que la Inspección dijo a su madre es que podía cambiarse de colegio. «Es la primera opción que te dan, que tu hija se cambie de colegio, pero no dicen eso de las agresoras», lamenta su madre. Según
Plántale Cara al Bullying, uno de los grandes problemas del actual protocolo es que no hay un mediador externo: «un caso de acoso escolar es una mancha en el expediente del centro, así que el director huye siempre de la palabra ‘bullying’ y lo niega para evitarlo», explican.
Las autolesiones es otra realidad detrás del bullying. «Se hacen daño a sí mismos para desahogarse y porque no quieren contártelo. Antes nos encontrábamos niños de 10 o 12 años, pero cada vez nos estamos yendo a edades más tempranas», cuenta Alarcón.
Pero las consecuencias del bullying van mucho más allá de las víctimas; mancha también a las familias y a los propios acosadores. «Detrás de un menor que acosa suele haber un contexto familiar muy complicado, donde el menor presencia situaciones que reproduce en el colegio, y eso hay que trabajarlo mucho con ellos», explican fuentes de la dirección general de Inclusión de Conselleria de Educación.
Por otro lado, afecta incluso a las familias. «Las madres de las acosadoras siempre se han negado a reconocerlo y llegaron hasta a ponerse en la puerta del instituto y de nuestra casa. He tenido que mudarme porque a la hermana pequeña de Irene también le estaban haciendo la vida imposible a raíz de los problemas que tuvimos por denunciar el bullying», explica su madre.
Medidas de Educación
La salud mental es el principal problema ya en los institutos, especialmente desde la pandemia, y Conselleria de Educación se ha puesto manos a la obra para paliarlo. En junio se aprobó un nuevo protocolo actualizado para tratar desde los casos de acoso hasta las conductas suicidas. El anterior databa del año 2014.